Psicólogos, doctores o especialistas en materia social están de acuerdo en que la clave para una vejez apacible y anímicamente óptima se encuentra en mantenerse física y mentalmente activo. La idea de tener alguna o varias actividades creativas que nos motiven, nos permitan compartir tiempo y relación con otros y nos impulsen a volcar algo de nuestro mundo interior en ellas se ha probado como un remedio eficaz contra algunos de los males que acechan a los mayores en una medida superior a la de las personas jóvenes. La soledad, la apatía y la pérdida de estímulos para vivir y cuidarse se combaten mucho mejor cuando tenemos cosas que nos levantan por las mañanas, en las que nos vemos diestros y respetados o que, sencillamente, disfrutamos haciendo.
En algunos casos, puede tratarse de aficiones de nuevo cuño y en otros de gustos que se dejaron atrás y que con la llegada de la jubilación, al disponer de más tiempo, se recuperan. Pero también hay quien por falta de iniciativa o conocimiento se encuentra con no saber en qué emplear su ocio, por eso, queremos hacer algunas sugerencias, con la única condición de que contribuyan a la buena forma de cuerpo y mente y sean razonablemente asequibles para todos los bolsillos.
- Jardinería: un clásico, solo que inagotable por su variedad y por los retos cambiantes que suponen las circunstancias. Los que tengan la suerte de disponer de un espacio amplio, puede plantar un huerto o jardín entero. Pero incluso en un terreno limitado puede cultivarse una de las más antiguas artes de la humanidad. Y es que ver crecer vida en muy variadas formas siempre resulta motivo de júbilo. Entre sus ventajas: puede llevarse a cabo con una inversión pequeña, existen foros muy activos en los que compartir experiencias y conocimientos y obliga a moverse del sillón y salir al aire libre. ¿Y que no dispone siquiera de una buena terraza para llenarla de plantas? Prueba con los bonsais, el centenario arte japonés de cultivar árboles en miniatura, y descubre un verdadero desafío a su ingenio y habilidad.
- Coleccionismo: lo bueno del coleccionismo es que puede centrarse en casi cualquier cosa que nos resulte emocionante. Y que los hay para todos los bolsillos, de baratas chapas a exclusivos libros antiguos, de soldados de plomo a vehículos de época. La noticia todavía mejor es que avanzar en la confección de colecciones tiene algo de novela detectivesca, obliga a seguir pistas y buscar en lugares insospechadas, a recorrer tiendas y viejos mercados de ocasión y, normalmente, formar parte de círculos de gente que comparten nuestras mismas inquietudes y que están encantadas de encontrar con quien compartirlas.
- Fotografía: basta una cámara, las hay de todos los precios, y ganas de capturar buenas imágenes de la materia que nos venga en gana. Entre sus puntos positivos, es una gran excusa para salir a andar y dar interminables y saludables paseos por la ciudad o el campo. Además, al tratarse de una disciplina técnica muy compleja, el límite es el que nosotros queramos. Y en días en los que el tiempo no acompaña, queda toda la no menos absorbente tarea de trabajar en nuestro laboratorio para retocar y ensalzar las fotografías y componer álbumes con los que deleitar a nuestra familia y amigos.
- Escenografía con maquetas: ésta está reservada para los más imaginativos y mañosos. El arte de reproducir escenas bélicas o fantásticas a escala, y de hacer escenarios, casas, belenes o paisajes ferroviarios es endiabladamente entretenido y variado. El límite es el ingenio y permite cosas tan hermosas y detalladas como las que podemos ver aquí. Los materiales: por lo común económicos, con salvedades. Y lo que es mejor, reciclados, cogidos directamente de la calle o utilizando cosas que están en cualquier casa.