Ser un ”abuelo cebolleta” y contarles a nuestros hijos y nietos nuestras mil y una aventuras de juventud parece que, además de divertido tiene unas consecuencias muy buenas para nuestra vida, así lo confirma un estudio de la Universidad de Rutgers.
Y es que, un grupo de psicólogos ha investigado qué ocurre con nuestro cerebro cuando recordamos buenos momentos de nuestro pasado.
Para llevar a cabo este estudio, los psicólogos practicaron una resonancia magnética a un grupo de voluntarios para así poder observar qué partes de su cerebro se activan con los recuerdos agradables.
Lo que aparece tras esta prueba es que los voluntarios fueron capaces de sentir prácticamente con la misma intensidad de aquella vez lo que estaban rememorando durante la prueba.
Esto hace que se ponga en marcha un sistema de recompensa del cerebro y aumente nuestra motivación y, por lo tanto, se puede llegar a la conclusión de que si nos trasladamos al pasado con nuestra mente podemos regular mejor las emociones, alejamos la depresión y nos convertimos en personas más fuertes ante el estrés, ya que los buenos recuerdos nos hacen sentir bien.
Es muy normal por eso que nos guste recordar cosas del pasado que nos hacen sentir bien y ver el futuro con cierto optimismo y motivación. Además, esa capacidad de revivir las emociones positivas se asocia con la facilidad que tienen las personas de sobreponerse a las situaciones difíciles.
Los mayores somos especialistas en recordar todo lo bueno que hemos vivido y somos capaces de sacar el lado positivo de las adversidades porque también contamos con la experiencia suficiente como para saber que la vida es muy larga y que a pesar de los obstáculos que todos tenemos, los buenos momentos siempre pesan más que los malos. Los buenos recuerdos siempre nos hacen sentir bien y, de vez en cuando, trasladarnos a otras épocas aunque solo sea con la mente es una de las mejores sensaciones que se pueden tener, ¿nos cuentas tu mejor recuerdo de juventud?