Redescubriendo el Dominó

Pese a que últimamente, el dominó es un pasatiempo cada vez más en desuso, lo cierto es que además de ser una tradición milenaria con una historia que se remonta a hace miles de años, es una de las prácticas más beneficiosas para que toda la familia disfrute del tiempo libre. Jugarlo requiere concentración, lo que propia que salgamos de nuestras inquietudes diarias para enfrascarnos en un apasionante juego donde la astucia tiene un papel vital.

Como tantos otros pasatiempos de los que hoy disfrutamos en Occidente, el Dominó es un juego de origen chino que, según los expertos, fue creado en torno al año 1100. Así lo reflejan algunos escritos de la época, como “Los Antiguos hechos de Wulin”, y los registros de ventas de mercaderes y artesanos. Hasta algunos siglos más tarde no llegó a Europa, popularizándose de forma inicial en Venecia y Nápoles, por lo que se especula sobre si Marco Polo fue su difusor; aunque su nombre es de origen francés y hace referencia a las capuchas que los monjes usaban en invierno, negras por fuera y blancas por dentro.

Una de las mayores atracciones de este juego es que cada partida es realmente única y para jugarla no sólo es necesario tener suerte; también paciencia y disciplina, propiciando la discreción y agudizando la inteligencia. Para los más pequeños es una apoyo al aprendizaje escolar muy valioso -estimula sus capacidades y favorece el aprendizaje- mientras que para los mayores no sólo es una buena forma de mantener su mente activa, además les ayuda a socializar, fomentando que disfruten del tiempo libre en compañía.

Quizá sea un buen momento para redescubrir este juego milenario, aprovechando los últimos días antes de que empiece el colegio para jugar una partida con los nietos y transmitirles el valor de este tradicional pasatiempo, mientras se disfruta de un agradable rato en familia.

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