Cómo superar la muerte de un ser querido

Se acercan dos fechas muy señaladas en el cristianismo: el día de Todos los Santos (1 de noviembre) y el de los Difuntos (2 de noviembre) y recordamos especialmente a los que ya no están con nosotros. Los sentimientos salen a relucir y, en algunos casos, sobre todo en aquellos en los que el duelo está más reciente, son días muy complicados y tristes.

Lo primero que hay que tener en cuenta cuando alguien muy allegado fallece es que esa pena y esa tristeza nos va a acompañar durante un tiempo. También tenemos que poner de nuestra parte y saber que, aunque pensemos lo contrario, nada duele igual que el primer día, y poco a poco, aunque nos embargue la tristeza y echemos de menos a ese ser querido, la vida volverá a ponernos en el camino adecuado.

Tras una muerte cercana es necesario que reorganicemos nuestra cabeza y nuestras emociones y empecemos a aceptar que la persona se ha ido y tendremos que emprender un nuevo camino con su ausencia. Los creyentes tenemos una ventaja frente al resto y es la esperanza de volver a ver a ese ser querido en el cielo y el consuelo que nos producen los ratos de oración en los duros momentos.

Los psicólogos hablan de 5 etapas por las que toda persona que pierde a alguien pasa antes o después. No hay una duración determinada para cada etapa sino que varía según la forma de ser de cada uno:

  1. La negación de lo sucedido: en un primer momento no aceptamos la pérdida, no queremos creernos que nos esté ocurriendo algo así. Esta etapa se suele alargar más si se trata de una muerte repentina, que no esperábamos.
  2. El sentimiento de culpabilidad y la ira: cuando somos mayores, por desgracia, ya hemos visto a mucha gente cerna morir, pero lo que más nos suele afectar es el fallecimiento de nuestra pareja, el de nuestros hijos y el de nuestros nietos. El hecho de pensar que alguien mucho más joven que nosotros ya no está es algo muy difícil de afrontar y nos puede hacer sentir culpables por seguir viviendo nosotros y ese ser tan querido no. Lo mismo ocurre con la ira y la rabia de no poder hacer nada ante un hecho tan triste.
  3. La negociación: intentamos buscar una respuesta a lo ocurrido a través del pacto, de la negociación con Dios o con nosotros mismos.
  4. La depresión y la tristeza: es algo por lo que hay que pasar. Hay quienes se quedan anclados en esta etapa y hay quienes salen de ella antes, pero lo cierto es que nadie puede sufrir ni estar triste por nosotros. Podemos tener el apoyo de la gente más cercana, su cariño, su comprensión y su propio dolor, pero el nuestro lo teneos que vivir en primera persona. Es una etapa necesaria para llegar a la aceptación.
  5. La aceptación: se produce cuando ya ha pasado un tiempo desde el fallecimiento de la persona querida y empezamos a hacer nuevos planes, a tener proyectos de futuro, etc. Asumimos que siempre le vamos a recordar y le tendremos el resto de nuestra vida en nuestra cabeza y en nuestros corazones, pero somos capaces de afrontar la vida de otra manera.

Para que estas etapas se pasen de la mejor manera posible dentro de las circunstancias, es importante que nos tomemos nuestro tiempo sin ponernos plazos o fechas (porque cada persona es un mundo y cada uno lleva el dolor de una manera), expresemos nuestros sentimientos a los demás, recordar a la persona y mirar hacia delante, apoyarnos en nuestra familia y amigos, que volvamos a la rutina, a nuestros hábitos, etc.

Aunque parezca mentira, sobre todo en las etapas iniciales, el tiempo lo cura todo y pone todo en su sitio. El dolor del principio no es comparable con nada, pero con paciencia, resignación y rodeándonos de las personas adecuadas, podremos superar el duelo por nuestro ser querido antes de que nos demos cuenta. Su recuerdo permanecerá por siempre y nuestro amor hacia esa persona también, pero el dolor por su pérdida disminuirá cada día.

Foto: Google Imágenes

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