Cocina sin gérmenes

Mantener los electrodomésticos de la cocina que están en contacto directo con los alimentos no es sólo importante desde un punto de vista estético, sino también para nuestra salud. Sin embargo, no siempre los limpiamos ni desinfectamos adecuadamente. Así, hornos, neveras y microondas, que tanto nos facilitan la elaboración y conservación de los alimentos, pueden acabar convirtiéndose en auténticos focos de contaminación por microorganismos. Para evitarlo basta seguir unas sencillas pautas para su limpieza exterior e interior.


 


Comenzaremos por el microondas. La mayoría de las ocasione en las que utilizamos este electrodoméstico es para calentar un poco de leche, un café… y de cuando en cuando alguna comida. Su funcionamiento se basa, en líneas generales, en la agitación de las partículas hasta hacer que los alimentos ‘exploten’ por así decirlo, haciendo emanar los vapores de esta cocción. Éstos, unidos a las salpicaduras, que no siempre son visibles, se adhieren a las paredes internas, generando focos de residuos y bacterias, sobre todo en las esquinas y partes internas del plato giratorio. Para evitarlo es importante utilizar una tapa además procurar que la cocción de los alimentos sea uniforme. También es importante limpiar el microondas tan pronto se haya acabado de cocinar, pues obtendremos una mayor efectividad. Para ello utilizaremos agua caliente y detergente, aclararemos y aplicaremos un desinfectante no agresivo para terminar con un nuevo aclarado. Además limpiaremos aparte las partes desmontables como el plato giratorio y la base sobre la que se asienta.


Otro modo, más rápido, de limpiar el interior de un microondas en introduciendo un vaso con agua a la que se puede añadir un poco de vinagre, limón o bicarbonato. Pondremos en funcionamiento el microondas hasta que se evapore la mitad del líquido. Mantendremos cerrada la puerta unos diez minutos, hasta que se enfríe. Pasado este tiempo se pasará un paño húmedo para aclarar y retirar los restos.


En cualquiera de estos dos casos no debemos olvidar repasar también en exterior, las gomas de las juntas y el asa.


 


Por lo que al horno ‘convencional’ se refiere, su limpieza es más laboriosa, ya que la suciedad que acumula es, en su mayoría, de salpicaduras de grasa y de preparados como tartas o asados. Lo mejor es aprovechar cuando aún está caliente y utilizar productos específicos, siempre que no sean abrasivos, y olvidarnos de cepillos que pueden arañar las superficies. También se puede optar por rellenar la bandeja con agua y limón y dejarla hervir durante unos 10 minutos.


Existen hornos con una función de ‘autolimpieza’, son los llamados pirolíticos. La pirólisis es una función en la que se somete el interior a temperaturas que pueden alcanzar los los 500ºC, lo que hace que los residuos se conviertan en cenizas fáciles de eliminar una vez que se ha enfriado el horno. Con este método la limpieza, que logra una completa esterilización, se debe realizar cada seis u ocho meses, según su utilización.


 


En cuanto al refrigerador y el congelador, su limpieza debe ser periódica, teniendo además la precaución de mantener la temperatura adecuada, entre 1ºC y 4ºC para la nevera y los -18ºC para el congelador. La planificación de la limpieza es fundamental para evitar bacterias y demás microorganismos. Lo primero es vaciar y desenchufar la nevera. Envolveremos los alimentos congelados para retrasar su descongelación. Una vez vacía, limpiaremos el interior con un paño húmedo con agua caliente y bicarbonato. Luego pasaremos a ocuparnos del exterior.


 

Una de las precauciones que debemos adoptar es que los trapos y bayetas que usemos estén bien limpios, lavándolos con frecuencia, ya que de lo contrario también pueden ser un foco de suciedad.

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