Viviendas colaborativas o cómo envejecer sin perder autonomía

Muchos de nosotros somos mayores de 65 y en algún momento de nuestra vida nos hemos planteado qué será de nosotros el día de mañana. La mayoría no queremos ser una carga para nuestros hijos y nietos y aunque nos sentimos jóvenes, sabemos que la edad no perdona y bajamos nuestra actividad a medida que cumplimos años, pero no queremos depender de nadie.

Por eso, la idea de las viviendas colaborativas es estupenda para quienes queremos seguir en activo a nuestro ritmo, sin prisa pero sin pausa, ya que ofrecen la posibilidad de tener una vivienda y acceder a todas las actividades que en sus áreas comunes tienen lugar.

La idea surgió allá por el año 2002 de un grupo de jubilados que se negaban a perder su independencia a la vez cumplían años y decidieron formar una cooperativa, a su gusto y antojo, gestionada por ellos mismos, donde viven y conviven y además, colaboran entre sí para hacerse la vida más fácil en la vejez.

Al principio no fue una tarea sencilla, pues tenían que encontrar gente suficiente que quisiera formar parte de esta idea e invirtiera su dinero y una vez obtenido, buscar un terreno y empezar a construir. El esfuerzo y la espera merecieron la pena y en 2013 se entregaron las primeras casas a más de 50 personas que habían apostado por este nuevo tipo de viviendas.

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En inglés estas casas se denominan ”senior cohousing” y son una especie de urbanización con viviendas individuales (constan de un dormitorio, un salón-comedor, una cocina, un cuarto de baño completamente adaptado y una amplia terraza) que cuentan con zonas comunes donde practicar diferentes actividades como gimnasia, baile, cursos de cocina, restauración, yoga, pilates, jardinería, invernadero, huerta, etc. Y un área con camillas, que de momento se utiliza como zona de masajes y acupuntura, que se prevé que pueda ser adaptada para personas mayores dependientes si las hubiera en un futuro.

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Todas las viviendas son iguales, bioclimáticas, geotérmicas, con poco impacto medioambiental y de poco consumo energético, miden 50 metros cuadrados y en ellas pueden vivir una o dos personas (un matrimonio, por ejemplo, o una casa compartida con otra persona), según lo que prefiera cada uno. Para acceder a ellas, lo primero que hay que hacer es comprar lo que sus fundadores denominan ”una acción”, y que tiene un valor aproximado de unos 150 mil euros.

A partir de ese momento, se puede entrar a vivir en la casa y si la persona fallece o deja de vivir allí, existe la posibilidad de recuperar el dinero al vender la acción a otra persona que esté interesada en ocupar la casa y de esta forma , se recupera lo invertido pero sin especular.

A parte de esta cantidad inicial, se paga una cuota mensual que sufraga los gastos de alimentación (existe un comedor común), limpieza, luz, agua, Internet y también las diferentes actividades.

En España existen ya varias cooperativas de este estilo en Madrid, Málaga, o Valladolid, pero la idea es tan buena que hay muchas más en construcción. El hecho de saber que existe una alternativa a sentirse solo o desatendido es magnífica y más cuando podemos compartir nuestro tiempo con personas de nuestra edad que han vivido o viven situaciones muy parecidas a las nuestras y que nos hacen sentir siempre acompañados. ¿Qué te parece? ¿Te animarías a vivir en una de estas casas?

Foto: Google Imágenes

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