La orientación deportiva, una práctica aún minoritaria y poco conocida en España, lleva años sumando aficionados en el mundo entero. ¿Razones? Su objeto no puede ser más esencial ni desafiar mejor a nuestro sentido de la aventura: consiste en cubrir lo más rápidamente posible un recorrido balizado con la única ayuda de un mapa, una brújula y el propio instinto . Los escenarios para su ejercicio completan la lista de elementos incitadores: los parajes naturales que cada uno quiera elegir.
Sus orígenes se remontan al siglo XIX, y fueron militares escandinavos los primeros en practicarlo. Aún hoy son las federaciones de esos paises las más potentes y es en lugares como Finlandia o Suecia dónde éste deporte alcanza mayor repercusión. Los participantes en una competición tienen que cubrir una distancia pasando por unos puntos de control previamente señalizados. Para ello disponen de un mapa topográfico de gran escala y de una brújula que les permite trazar la ruta y encontrar cada estación de paso antes de acometer la siguiente etapa. En su versión más profesional, se requiere de resistencia, habilidad motriz para desplazarse por distintos terrenos, familiaridad con la lectura topográfica y una fuerta capacidad de orientación en carrera.
Sin embargo, este deporte permite acercamientos mucho más amateurs. Hay recorridos adecuados para todas las formas físicas y ni tan siquiera es necesario que el objetivo final sea emplear el menor tiempo en su franqueo. En los niveles de iniciación, hay que aprender a interpretar los accidentes del terreno y a seguir un rumbo directo y practicable con una brújula. Todo ello puede hacerse a pie, a la marcha que se quiera. Porque aún así, conserva todo su encanto: el disfrute de la naturaleza, el desarrollo de cualidades de observación y orientación y la garantía de estar haciendo un ejercicio saludable y adaptable a nuestro estado de forma.
La camaradería entre aficionados Hará el resto. Rápidamente comprobaremos que en ella reside uno de los más gozosos placeres de este deporte.
