¿Tu nieto sufre bullying?

El 25% de los niños reconocen ser víctimas de acoso escolar ¿quieres saber cómo detectarlo?

Durante los últimos meses, diversos medios de comunicación están publicando noticias relacionadas con el bullying o acoso escolar. Se trata de un mal, por desgracia, muy común -seguro que todos nos acordamos de haber vivido o contemplado situaciones de este tipo durante nuestra infancia- sobre el que, actualmente, se están realizando muchos estudios, cuya finalidad es intentar controlar -si no cortar- este mal de raíz.

Uno de los casos más sorprendentes, y también más tristes, que se han publicado en la prensa estos días es el Holly Stuckey, una joven de 12 que estaba sufriendo una tremenda situación de acoso en el instituto -aparentemente por no querer involucrarse en conversaciones y situaciones relacionadas con el sexo- que desembocó en un estado de elevadísimo estrés. Holly llegó un buen día de clase con mucha ansiedad, quejándose de que no podía respirar, y terminó muriendo en brazos de su padre antes de que pudiera llegar la ambulancia. Se están estudiando las causas de la muerte, pero todo parece indicar que ha sido fruto del pánico producido por el bullying, que le produjo una afección cardiaca.

Existen diversos tipos de acoso escolar: el hostigamiento, la manipulación social, la coacción, la exclusión social, la intimidación, la amenaza a la integridad y el bloqueo social. De todos ellos, el más común es este último; un caso en el que el intimidador –casi siempre un chico con carencias afectivas que busca sentirse valorado a través de su tirano liderazgo- provoca la marginación y el aislamiento de la víctima. Es el tipo más difícil de controlar porque, generalmente, se estigmatiza al acosado y la mayoría de sus compañeros terminan por ignorarle y rechazarle sin que haya ocurrido un hecho concreto. Es un bullying silencioso e invisible, pero muy doloroso para quienes lo sufren que, a menudo, se sienten solos e insignificantes. Probablemente sea este el caso de la propia Holly que, días antes de su muerte, había escrito en su diario “Te odio por lo que me has hecho. Me siento como si no fuera nadie”.

Es posible que alguno de nuestros nietos esté pasando por algo similar. Puede que sea la víctima, pero también podría ser el acosador. A continuación se describen los perfiles de ambos; si encontráramos demasiadas coincidencias, lo más acertado sería avisar a sus padres y buscar ayuda profesional.

Las víctimas generalmente son niños sensibles y frágiles, con poca capacidad de reacción y que se sienten fácilmente intimidados. Suelen ser retraídos, se terminan convirtiendo en esclavos del grupo, ya que –bien por valor o por vergüenza- no son capaces de expresar sus ideas.

Sin embargo, los agresores son niños poco empáticos, generalmente procedentes de situaciones familiares poco afectivas, que están continuamente poniéndose en situación de provocar e intimidar. Pueden ser también jóvenes acostumbrados desde niños a imponer su voluntad que -al crecer- no son capaces de escuchar un no  por respuesta o chicos a los que se les exige demasiado, que son intimidados en casa o bien que están sedientos de poder.

Existen muchos perfiles pero, sobre todo, en el caso de las víctimas los familiares pueden observar algunos signos claros del acoso. Trastornos alimenticios, cambio repentino de humor, aversión por el entorno escolar, llanto, tristeza, pesadillas, ansiedad, irritabilidad o cambio en el rendimiento escolar son algunas de ellas. Conviene estar alerta para tratar el problema de raíz, antes de que sea demasiado tarde.

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