Silencio hogareño

Es bochornoso (o al menos debería serlo) que España cada año se haga con uno de los primeros puestos en el ranking de los países más ruidosos Alguno argumentará que es un rasgo cultural que nos identifica, que armar bulla y escándalo es parte de nuestra manera de relacionarnos y que nuestra tolerancia a este fenómeno es más alta que en otros lugares. Pero si, como sospechamos, más que de tradición se trata de pura dejadez e incuria de las autoridades en su deber de proteger a los ciudadanos de este molestia, foco incluso de trastornos de la salud como señala la OMS, convendría que se aplicara la ley con rigor, pues lo contraria tiene un nombre y ese nombre es el de prevaricación.


 


En cualquier caso, mientras mejoramos en ese aspecto y conseguimos asentar una sociedad con más respeto al prójimo y más eficacia en el control de quien incumple, hay algunas cosas que pueden hacerse para mitigar aquél que 1 de cada 4 ciudadanos considera el principal de sus problemas hogareños.


 


Esa contaminación acústica que afecta a un 30% de casas españolas según el INE, puede tener una fuente externa (tránsito, obras, cercanía de aeropuertos, locales nocturnos, etc.) como interno de la finca (vecindario ruidoso). Los aislamientos suelen ser deficientes, lo que hace que ruidos de vecinas en tacones, parejas mal avenidas que discuten, visitas al baño o aparatos de televisión resuenen como si estuvieran en nuestro propia morada. Incomprensiblemente tarde, como ya ocurrió con la obligación de poner paneles solares, pero mejor que nunca, contamos con el Documento Básico de Protección frente al Ruido para que los edificios construidos a partir de octubre de 2008 tengan unos umbrales mínimos de aislamiento más altos


 


Pero para el inmenso parque de viviendas que son anteriores a esa directriz, el problema persiste. Y existen aquellas fuentes de ruido que por su volumen y evidencia, pueden ser objeto de acción judicial. La última Ley del Ruido endureció las obligaciones de todos como las penas por infracción. En caso de vecinos ruidosos, de animales (principalmente perros) molestos o de molestias propias de hábitos caseros más o menos normales, lo más sensato es tratar de dialogar y buscar una solución razonable sin necesidad de que nadie medie en el conflicto. Sin embargo, si no hay entendimiento o enmienda, se puede recurrir a la denuncia en el juzgado de primera instancia, que procederá a mandar una inspección de agentes municipales para verificar si los niveles de ruido incumplen la ley y se comete así un delito. Los niveles máximos actuales, que varían según la ordenanza, andan entre los 50 y los 60 decibelios durante el día (de 8 a 21 horas) y entre los 40 y los 50 decibelios durante la noche. Algunas asociaciones denuncian que la medición por volumen implica que muchos ruidos igual de molestos por constantes, pero menos estruendosos, pueden quedar impunes con ese criterio. Pero esas son las herramientas que tenemos por el momento y ya existe jurisprudencia que ha decretado ceses de actividades, pago de indemnizaciones, privación de hasta tres años del derecho a usar la vivienda y hasta penas de cárcel tanto a particulares como a propietarios de locales.


 


En cualquier caso, pese a las garantías legales y promesas de un futuro mejor, no hay que cruzarse de manos y algunas medidas pueden ayudarnos tanto a reducir nuestros problemas como a mitigar los que producimos. Ventanas reforzadas con doble acristalamiento, que van entre los 500 y 1000 euros la unidad pueden ser una solución para casos desesperados. Además, existen obras que pueden acordarse en junta vecinal, como revestir los conductos de canalización que ululan, así como colocar burletes en las puertas para que no golpeen o exponer en las reuniones de comunidad aquellos problemas que creamos que merecen una exposición pública.


 


Y si el problema es para conciliar el sueño, existe una medida tan fácil, cómoda y barata como poco cultivada. Pero que ha cambiado la calidad de vida de muchas personas que la han descubierto: unos simples tapones en los oídos. Por menos de un euro la pareja, se puede ya hacer un gran progreso, a la espera de cambios, mudanzas o simplemente tiempos más favorables, en los que España se desplome en el ranking de la afrenta que citábamos al principio.

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