Residuos en las aguas


En muchos hogares la taza del váter cumple, además de las funciones que le son propias, el papel de cubo de la basura en el que desechar no ya  todo tipo de materiales sanitarios, sino también de residuos domésticos.


En estos años de enorme crecimiento inmobiliario, en España no se tomaron medidas que parecían impepinables. En un país en el que hay crónicos problemas de suministro de agua, no se obligó por ley a que las nuevas casas tuvieran un circuito de reciclaje de aguas grises, de tal modo que el agua que por ejemplo se usa en la ducha o el lavaplatos, sirviese luego para llenar la cisterna del lavabo. Por ese motivo, el despilfarro de agua que representa tirar de la cadena para deshacerse, pongamos el caso, una tirita, un algodón o un pañuelo, es todavía más doloroso.


Pero es que además, nuestro sistema de alcantarillado y depuración de aguas no tiene infinitas tragaderas. El alcantarillado transporta todo tipo de sustancias para los que no está diseñado, lo que deriva en serios problemas de contaminación. De hecho, los hogares particulares suponen una fuente de contaminación superior a la de los vertidos industriales.


Por todas esas razones, la semana pasada en el marco del Congreso Nacional de Medio Ambiente se elaboró un manual de buenas prácticas en el ámbito del saneamiento de aguas urbanas. Entre sus propuestas, un decálogo cosas que nunca se deberían tirar al váter. Nosotros te recordamos las más comunes y relevantes:


 


Téxtiles: toallas húmedas, bastones para los oídos, algodoncillos… son multitud los productos de higiene personal que deberían arrojarse a una papelera y, en cambio, acostumbran a pasar por remojo. Sin embargo, no acostumbran a ser biodegradables y provocan atascos en las redes.


 


Medicamentos: las medicinas caducadas o desechadas han de llevarse a un punto de reciclaje de una farmacia. Si se tiran a la taza, pueden acabar provocando graves alteraciones a los seres acuáticos que estén expuestos a las aguas en que se hayan disuelto o mezclado.


 


Aceites: ni vegetales ni, por supuesto, industriales. No sólo deteriora mucha la calidad del agua, sino que puede provocar graves atascos en los colectores al solidificarse la grasa y ser responsables de malos olores.


 


Productos de limpieza: lejía, amoniaco o ácido clohorídrico figuran entre los limpiadores más nocivos, pues su vertido a los cauces, incluso tras pasar por el proceso de depuración, tiene feas consecuencias medioambientales.


 


Basura orgánica: tampoco los restos de comida han de mezclarse con las aguas residuales. Su procesado complica la depuración y aumenta su coste. Su destino idóneo es el cubo de la basura, pues de allí sí van a plantas especializadas en su tratamiento.


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