Nordic Walking

Tras el enigmático nombre de este deporte que cada vez cuanta con más adeptos se esconde una práctica de los más sencilla: caminar con bastones de esquí. Su origen se remonta a los años treinta, cuando el equipo finlandés de esquiadores comenzó a entrenarse en verano, utilizando los característicos bastones de esquiar para andar y correr. Desde entonces, muchos equipos deportivos lo incorporan como parte de su entrenamiento y sus beneficios son tales que ya se ha convertido en un deporte propio, un derecho más que merecido.

En nuestro país comenzó a popularizarse con el nombre de “Marcha nórdica” a mediados del los años 90, coincidiendo con el desarrollo de unos bastones específicamente diseñados para llevar a cabo esta actividad. Su fama ha ido in crescendo desde los comienzos del siglo XXI, especialmente entre los mayores, por tratarse de una práctica que se aprende fácilmente, aportando cientos de beneficios y, sobre todo, por su reducida sensación de cansancio.

Entre estos beneficios, vale la pena destacar que, a diferencia de otros deportes como el running, la marcha nórdica desarrolla el tren superior, poniendo a trabajar un gran número de músculos (abdominales, pectorales, brazos, espalda…). Del mismo modo, contribuye a mejorar la capacidad cardiovascular y la oxigenación, aumentando notablemente el consumo calórico en relación a la marcha normal, y disminuye la presión sobre las articulaciones.

Quienes lo practican cuentan que también mejora la movilidad del tren superior y previene el desarrollo de la osteoporosis. El hecho de que se practique con bastones sin duda es un gran beneficio para los mayores, ayudándoles a no perder el equilibrio y a reducir la sensación de fatiga.

Se trata, por tanto, de un ejercicio controlado y efectivo. No en vano ha sido desarrollado conjuntamente por médicos y deportistas, convirtiéndose en uno de los ejercicios más completos que existen y que, además, nos permite disfrutar del aire libre.

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