¡No me llames viejo!

Un grupo de jóvenes que no superan los 30 años se sienten ‘viejos’, ¿les damos una lección? porque la edad es sólo un número y sentirse viejo una actitud…

¿Qué importa el número de años que el indiscreto documento de identidad desvele? Lo importante es lo que diga nuestra cabeza, lo que diga nuestro corazón, lo que refleje nuestro estilo de vida. Un grupo de jóvenes comenta en el parque lo rápido que pasa el tiempo y lo que les asusta echar un vistazo al pasado cercano y darse cuenta de que hay personajes famosos (desde Los Simpsons hasta cantantes muy populares) que les hacen sentir viejos.

Una pareja de ancianos les observa y comentan, en tono de humor, los achaques que provoca la edad. Éste es el argumento del siguiente vídeo, una visión irónica y desenfada de lo absurdo que es sentirse viejo sólo por el paso de los años. https://www.youtube.com/watch?v=kKqN1Jva2Ts

Y es que, lo importante no es que seamos mayores, sino sentirnos jóvenes. Cumplir años solo implica un toque de experiencia, mucha sabiduría y ser muy afortunado porque hay quienes se han quedado en el camino. Los mayores hemos vivido mil y una aventuras, pero aún nos quedan muchas por disfrutar. Quizás no lo hagamos con la agilidad de cuando teníamos 20 años o con el desparpajo de la adolescencia, pero somos capaces de sonreírle a la vida con agradecimiento y sobre todo, con la sensación de que aún tenemos mucho por hacer.

El término “senior” para llamarnos nos encanta, porque refleja lo que sabemos de la vida y lo que hemos aprendido de ella, no sólo en el plano laboral, sino también en el personal. Y como “seniors”, nos gusta seguir aprendiendo, tenemos inquietudes por las Nuevas Tecnologías, nos adaptamos a los cambios políticos, económicos y sociales con más facilidad porque los hemos sufrido varias veces en nuestra arrugada pero hermosa piel, bailamos, reímos, compartimos recetas de cocina dignas del mejor cocinero internacional con nuestros hijos, hacemos yoga, recogemos a nuestros nietos en el colegio, vamos a clases de memoria y aún nos sobra tiempo para ayudar a los jóvenes a ser mejores personas… ¿Todo eso lo harían esos “viejos de 25 años”? ¡Ni en sus sueños!

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