Naturaleza trepadora

Su romanticismo encantado y su fastuosa feracidad han convertido a las trepadoras en las plantas protagonistas de los espacios verdes caseros, sea cual sea su estilo. De rápido y fácil crecimiento, también precisan de algunos cuidados específicos, además de tener en cuenta algunos de sus pequeños inconvenientes.

Realmente, la familia de las trepadoras es bastante amplia y lo primero que nos tocará es elegir la variedad concreta que queremos. Para ello podemos tener en cuenta si nuestra intención es que cubran una pared o bien una valla o una pérgola. El clima que disfrutemos también influye, y podemos pedir para todo ello consejo a nuestro vivero.
Las trepadoras capaces de adherirse por sí mismas gracias a sus raíces prensiles y ventosas suelen ser las que requieren menos atenciones y puntos de apoyo. Ellas mismas van abriéndose camino y agarrándose en cualquier superficie con mínimas rugosidades.
Entre estas destacan la conocida hiedra, las clásicas parras vírgenes y la hortensia trepadora. Sin embargo, estas especies no agotan ni de largo el catálogo, y también podemos contar con glicinias, rosales trepadores o algunas plantas que tienen la ventaja de su intenso aroma, tales que las madreselvas, los jazmines o las damas de noche. El factor cromático puede guiar nuestra decisión, pues algunas trepadoras toman vistosas tonalidades ocres y rojizas con la llegada del otoño. Eso, sin embargo, suele implicar que sean caducas y no perennes.

Aunque cada una de ellas tenga sus particularidades –algunas necesitan riegos abundantes y continuados como las buganvillas, otras requieren de bastante sombra como la misma hiedra, otras sobrellevan mal los climas fríos, como es el caso de las bignonias, la mayoría precisan del seguimiento de unas reglas comunes.

En primer lugar, siempre y cuando no podamos plantarlas directamente sobre el suelo, una maceta grande y honda garantiza un mejor y más prolífico crecimiento y, a largo término, alarga la vida del ejemplar. Para introducirlas en la maceta una vez adquiridas, haremos un hoyo de buen tamaño que recubriremos de buena tierra convenientemente mezclada con materia orgánica. Y dado que el crecimiento de estas plantas ha de ser constante y dilatado en el tiempo, un fertilizante de lenta liberación es el más recomendado en estos casos.

Otra norma que es recomendable observar es la distancia que media entre el lugar de plantación y la pared que buscamos cubrir: es mejor no pegarlas demasiado a esta, porque dificulta el agarre y el sostén del peso a la larga. Con medio metro de separación se dan facilidades a la planta. Una situación sombría también ayudará a mantener más frescas y húmedas sus raíces, algo necesario habida cuenta de la normalmente alta demanda de agua que requieren.

Una vez empiece a subir, nuestra guía y ayuda también será de gran utilidad. El uso de clavos u otros elementos de soporte garantizan que con el tiempo no se vengan abajo y tengan cada vez más dificultades para su escalada. Además, mediante estos elementos podremos dirigir mejor su camino acorde a nuestra voluntad.

Si bien parte de la gracia de estas plantas es su frondosidad, ello no nos exime de periódicas podas: se trata de descargar un poco su follaje para que crezcan más sanas y vigorosas. Además, alcanzado un cierto punto, esto puede ser necesario para no invadir terrenos vecinos o tapiar en exceso ventanas y puertas.

Dada su capacidad invasiva y la búsqueda constante de vías de desarrollo y de la mejor situación para capturar luz, se suele recomendar que se mantengan alejadas de otros árboles y arbustos, pues podrían llegar a privar a estos del sol necesario para su crecimiento. Aunque sea de sentido común. Este consejo es especialmente importante si se plantan enredaderas sobre un césped, sin ningún muro cercano, pues las enredaderas crecen entonces por el suelo, asfixiando a aquello que tengan debajo.

El mayor inconveniente que presentan las enredaderas es su capacidad para atraer y alojar insectos. Dada su cercanía a vías de acceso a la casa, esto puede suponer un problema que hay que considerar. Además, ciertas trepadoras muy vigorosas pueden llegar a afectar elementos estructurales de nuestras fachadas, de modo que es sensato investigar un poco al respecto antes de adoptarlas.

Por último, será necesario averiguar qué frecuencia de riego es la idónea para nuestra especie, si bien lo normal es que no puedan dejarse demasiados días sin él. La manguera es el mejor método, pues permite regar más fácilmente tanto la base –la parte fundamental- como también el follaje.

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