Mi viaje

No sabía muy bien como había llegado hasta allí, ni el tiempo que llevaba caminando por aquellas calles, a decir verdad me eran completamente desconocidas, apenas sentía el caminar suave y blando bajo mis pies, notaba cómo la gente se cruzaba conmigo algunas parecían hablarme pero no entendía lo que decían. Tenía la impresión de ir flotando, veía luces que apenas alumbraban y escaparates borrosos que no dejaban ver en su interior. Apenas notaba ruidos y sin embargo parecía haber mucho tránsito de coches yendo y viniendo envueltos como en una nube de humo. De pronto me sentí aliviada y, a pesar de notar un frío intenso, sentía a la vez un calor proveniente de mi cuerpo que me daba una agradable sensación de calor proporcionándome un gran bienestar y cerré los ojos.

Vi un techo completamente blanco sin ningún adorno del cual pendían de unas luces a través de unos cables. Baje la vista y vi que estaba tendida sobre una cama de metal blanca, había varias más tanto a mi derecha como a mi izquierda y otras de igual forma alineadas frente a mí. En aquella sala predominaba un solo color, mesitas biombos, sillas y vitrinas todo del mismo tono e igual material, incluso las puertas tenían los cristales opacos sin destacarse de nada.

Me levanté de la cama, aquella sala estaba completamente vacía, y caminé despacio hasta una ventana que tenía junto a mi derecha, la abrí y pude observar un hermoso jardín, con un intenso verdor salpicado por unos bellos colores provenientes de otras tantas flores y allí estaba el mi Sauce Llorón coronando el centro y levantándose majestuoso en el lugar más privilegiado del entorno. Sentí una gran emoción, estaba en casa, y sin poder evitarlo las lágrimas acudieron a mis ojos y brotaron de ellos sin poder evitarlo y sin control alguno, mezcla de felicidad y gratitud.

En aquel momento oí un ruido y se abrió una puerta tras de mí, me gire y vi a un hombre de aspecto noble, casi irreal, poseía una cara dulce que transmitía serenidad y dulzura. Vestía completamente de un blanco inmaculado. Yo estaba apoyada de espaldas en la pared, y sin dejar aquel dulce llanto fui resbalándome por ella hasta terminar de cuclillas, rodeé mis piernas abrazándome a ellas y apoyando sobre ellas mi mejilla, sintiéndome segura y protegida y observando como aquel ser se acercaba a mí.

Comentarios

Deja un comentario