Maduración tardía

No es la primera vez que tratamos el asunto de los “Ninis” -jóvenes que ni estudian, ni trabajan- aunque, lo cierto, es que esta vez el tema se agrava un poco más a causa de los últimos estudios publicados sobre la edad en que se cifra la madurez juvenil.

La Universitat Rovira i Virgili ha realizado un trabajo de más de tres años, en el que se ha estudiado a fondo el comportamiento de los adolescentes de entre 15 y 18 años de edad. Eran muchos los profesionales -principalmente abogados, jueces y médicos- que estaban solicitando herramientas que les ayudaran a valorar la madurez psicológica de los jóvenes, a la hora de enfrentarse a cuestiones tan peliagudas sobre su capacidad a la hora de tomar decisiones tan serias como abortar.

A través de un cuestionario en el que se formulaban 26 preguntas directas, dirigidas a más de mil adolescentes, se establecieron los parámetros necesarios para llevar a cabo la evaluación. Además, se tuvo en cuenta el famoso test Greenberger, utilizado en la mayoría de los juicios estadounidenses en los que hay menores involucrados, adoptándolo a la realidad social española.

El resultado de todo ello es Test Psymas, una herramienta que consigue cifrar el grado de la madurez de un adolescente, en tres ámbitos diferentes: la “orientación al Trabajo”, la “autonomía” y la “identidad” o conocimiento sobre sí mismo. Una vez aplicado, los resultados del test arrojan datos interesantes, constatando que, la mayoría de los jóvenes de entre 15 y 18 años tienen un grado muy bajo de madurez psicológica.

Se trata de una respuesta, por otro lado, bastante previsible a diferencia de la obtenida en un grupo de jóvenes universitarios de edades superiores, cifradas entre los 18 y 30 años. La prueba afirma que, pese al salto de madurez que tiene lugar en torno a los 23 años, hasta los 27 la mayoría de las personas no son capaces de asumir sus responsabilidades, ni conscientes de la realidad que les rodea, permaneciendo, en cierto modo, infantilizados .

Esta situación es más común entre aquellos jóvenes que todavía residen en el domicilio familiar, lo que constata, una vez más, lo importante que son los padres en el ámbito de la educación y de sus papel a la hora de ir otorgando responsabilidades y seguridad, para que los adolescentes crezcan en madurez e independencia.

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