Las uvas, mucho más que una tradición

Las uvas son uno de los alimentos tradicionales de la Navidad. Al ritmo de las última doce campanadas del año, comemos estos frutos, a modo de ritual para comenzar bien el siguiente. Y si bien, en la cita de Nochevieja no todos consiguen terminar el plato a tiempo, abandonarlas el resto del año de nuestra dieta y cocina puede ser un gran error.

Las propiedades nutritivas de las uvas, como potente desintoxicante, lo convierte en un eficaz remedio para depurar el organismo. Puede que dentro de unos días, como resultado de los atracones navideños, debamos hacer una cura alimenticia. Las uvas, cuando estén de temporada, son la mejor fórmula para lograrlo. Consiste en ingerir, durante al menos una o dos semanas, grandes cantidades diarias de uvas –un mínimo de un kilo y un máximo de cinco-, piel y pepitas incluidas, y masticarlas detenidamente. Si padecemos alguna enfermedad crónica hay que acudir antes a un especialista para que nos aconseje.

Tan poco apreciada y valiosa, la piel de la uva contiene resveratrol, sustancia que es un potente anticancerígeno, también previene las enfermedades coronarias, retardando la formación de placas de grasas en las arterias. Por tanto, si la incluimos en nuestros platos o la tomamos de postre, tratemos de conservar la piel.

Múltiples productos de cosmética contienen esta fruta, explotando sus propiedades beneficiosas hidratantes de la piel. En casa, podemos preparar, además, mascarillas a base de pulpa de uva, incluyendo sus pepitas bien machacadas, y aplicarla sobre la cara para que actúe como un eficaz antiedad, suavizando las arrugas y líneas de expresión y dejando la piel suave y sana.

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