La muerte: el comienzo de la vida eterna

Durante la audiencia general de la pasada semana, el Papa Francisco sorprendió a las decenas de miles de peregrinos allí presentes con una reflexión inesperada, ya que nos invitó a adentrarnos en el tema –reconozcámoslo, tabú- de nuestra muerte. Siguiendo la misma línea que ocupa sus últimos discursos, abordando temas relacionados con la esperanza, Francisco quiso tratar el momento final de la vida, presentándolo también con esperanza.

El pontífice hizo referencia a cómo en nuestros días, «la muerte pone al desnudo nuestra vida (. . .) Nos damos cuenta con tristeza de no haber amado lo suficiente y de no haber buscado lo que era esencial (. . .) Cuando la muerte llega, para quien nos está cerca o para nosotros mismos, no nos encontramos preparados»; para ayudarnos a no sentir desamparo ante esta futura e indefectible situación, el Papa en tono intimista, pausado y paternal, nos invitó a hacer la siguiente reflexión: «Yo los invito, ahora, a cerrar los ojos y a pensar en aquel momento: el de nuestra muerte. Que cada uno de nosotros piense en su propia muerte, y se imagine ese momento que llegará, cuando Jesús nos tomará de la mano y nos dirá: “Ven, ven conmigo, levántate”. Ahí terminará la esperanza y será la realidad, la realidad de la vida. Piensen bien: Jesús mismo vendrá a cada uno de nosotros y nos tomará de la mano, con su ternura, su humildad, su amor.» Con estas reconfortantes palabras, el Papa recordó que todos somos pequeños e indefensos ante el misterio de la muerte, pero si custodiamos en el corazón la llama de la fe, aquél será un momento de gracia.

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Francisco pretende (en esta sociedad que deja a Dios un lado) ayudarnos a no perder la visión cristiana ante la muerte, porque cierto es que si la separamos de la parte sobrenatural, no deja de ser triste un final. Y esto es justo lo opuesto a lo que deberíamos pensar; los cristianos deseamos afrontar la muerte con serenidad y esperanza, porque para nosotros ésta es sólo el principio: «Sólo la luz de Jesús puede transformar las tinieblas de la tumba en victoria; la amargura de la separación en la dulzura del encuentro; y la derrota de la cruz en el amanecer de la Resurrección: Sólo la fe puede cambiar la vida terrena de un final absurdo a un comienzo glorioso para la vida eterna».

 

Foto: Google Imágenes

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