La lucha con la memoria

Hoy en día el único método de diagnóstico para determinar si un paciente padece Alzheimer son los test cognitivos realizados por el neurólogo y la medición del nivel de proteínas beta amiloides a través de una punción lumbar. Sin embargo, los test cognitivos tienen un sesgo subjetivo (su resultados dependen de la interpretación del médico, el estado de ánimo del paciente y su nivel cultural, entre otros) y la punción lumbar no es una prueba diagnóstica que tenga una aceptación a gran escala, según algunos expertos. Así pues, aún con estas pruebas, la ‘constatación científica’ es sólo posible en una autopsia o en los estadíos muy avanzados de la enfermedad, cuando el deterioro cognitivo es prácticamente irreversible. Es por esto que de todos los campos de investigación sobre el Alzheimer, es el del diagnóstico uno de los que más atención está recibiendo. En este sentido recientemente se han dado a conocer tres estudios sobre técnicas que permitirían diagnosticar de forma precoz la EA.

Cerebral Cortex recoge el estudio realizado por investigadores del Laboratorio de Neurociencia Funcional de la Universidad Pablo de Olavide (UPO) de Sevilla, que han desarrollado técnicas de análisis de imagen cerebral que permiten detectar ”in vivo lesiones cerebrales muy tempranas en personas con alto riesgo de desarrollar Alzheimer”. Este equipo de expertos, dirigido por el integrante del Centro de Investigación en Red sobre Enfermedades Neurodegenerativas (Ciberned), José Luis Cantero, ha realizado un estudio en el que se cuantifica la atrofia de diversos núcleos del prosencéfalo basal en ancianos neurológicamente sanos y pacientes con deterioro cognitivo leve, que son considerados como una población de elevada vulnerabilidad para padecer la enfermedad de Alzheimer.

Los resultados de la investigación revelan que los pacientes con pérdidas leves de memoria muestran atrofias significativas del núcleo basal de Meynert, una estructura cerebral de la que parte un 80% de las neuronas colinérgicas que hacen sinapsis en la corteza cerebral facilitando un amplio rango de funciones cognitivas, entre las que se encuentra la memoria. Las lesiones en esta área del cerebro mostraron ser más acentuadas en aquellos pacientes cuyas pérdidas de memoria fueron más evidentes.

Test sanguíneo. Se trata del ‘ABtest’, un kit cuantificador de la proteína beta amiloide 40 y 42 capaz de detectar el Alzheimer en los primeros estadios de la enfermedad, y que ha sido desarrollado por Araclon Biotech, una compañía española dedicada al desarrollo de herramientas de diagnóstico y tratamiento del Alzheimer.

Según la directora general de Araclon, Pilar de la Huerta, esta prueba sólo necesita una muestra de sangre del paciente para discriminar con “un alto nivel de sensibilidad y especificidad” los individuos sanos respecto de los que presentan deterioro cognitivo leve y enfermedad de Alzheimer, “con más de un 90 por ciento de fiabilidad y en tan sólo una semana”.

Desde Araclon se afirma que los resultados son contundentes. El primer estudio piloto realizado con más de 40 pacientes ha demostrado que el ‘ABtest’ es capaz de medir el beta amiloide que se encuentra en la totalidad del ‘pool’ sanguíneo del individuo (no sólo el libre de plasma, sino también el que está unido a otros componentes del plasma, células y proteínas), con un nivel “muy bajo” de detección. Por el momento Araclon espera obtener en los próximos meses el certificado de calidad de la Unión Europea para la comercialización del ‘ABtest’ y tiene previsto comenzar en este mes el reclutamiento de pacientes para un estudio con cerca de 300 participantes que ayudará a determinar la eficacia del test a largo plazo, por franjas de edades y según los estadios de la enfermedad.

La Escuela de Medicina de la Universidad de Nueva York, por su parte, ha publicado en la revista Journal of Neuroscience un estudio en el que se vincula la pérdida de la función olfativa en la enfermedad de Alzheimer la acumulación de la proteína amiloide b en el cerebro. De momento el estudio se ha realizado con ratones, descubriéndose que la patología amiloide se produce primero en una región del cerebro del ratón responsable del olfato, que está directamente sobre su nariz. Los ratones con una alta concentración de amiloide en su cerebro tenían que olfatear olores más tiempo para ‘aprenderlos’ que los ratones con menos amiloides.
Según explica Daniel W. Wesson, coautor del trabajo, este es un descubrimiento revelador porque a diferencia de un escáner cerebral, una prueba olfativa de laboratorio podría ser una alternativa barata para diagnosticar de forma precoz el Alzheimer.

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