La estrella florida de la Navidad

Entre los símbolos vegetales más típicos de la Navidad, junto con el abeto y acebo, está la poinsettia (Euphorbia Pulcherrima), más conocida como la flor de Pascua. Cada mes de diciembre las floristerías llenan sus estanterías de esta bonita planta para invadir los hogares con sus colores, los navideños rojo y verde. Sin embargo, a menudo, la belleza de la flor de la Nochebuena dura tanto como las fiestas y, a veces, ni eso. Esto se debe a un gran desconocimiento de los cuidados y condiciones ambientales que requiere para su conservación.

La poinsettia es una planta de interior, de origen mexicano, con las hojas más externas de color verde muy intenso y aterciopeladas, y las internas –confundidas normalmente con los pétalos de la flor- rojas, aunque existen otras variedades en tonos blancos, rosados y amarillos. En el centro, un pequeño grupo de pepitas conforman la flor.

El color de las hojas internas se suele mantener, en condiciones óptimas, de noviembre a enero. Por ello, si el objetivo al adquirirlas es que duren todas las Fiestas e, incluso, sobrevivan, hay que procurar que estén expuestas a temperaturas constantes, entre 16 y 21º, sin que puedan verse afectadas por corrientes de aire, y bastante iluminadas.

Asimismo, necesitan ser regadas muy a menudo y abundantemente, aunque esperando a que la tierra de la maceta se haya secado. No obstante, hay que tener mucho cuidado para no mojar las hojas mientras se riega, ya que el agua provoca que se deterioren a mayor velocidad.

Si sobrevive y se mantiene sana, podemos transplantarla al jardín y prolongar su vida hasta años con las correspondientes podas de cada primavera, y evitando que en los meses primaverales y de verano incida directamente el sol sobre ella.

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