Nuestro cocinero más valorado -y también más internacional- se acaba de aliar con la que también es, probablemente, nuestra empresa más ilustre y establecida fuera del país: Telefónica. ¿Y qué se puede esperar de este, cuando menos, curioso matrimonio? Sin duda es una muy buena pregunta, pero, lo mejor de todo, es que la respuesta es todavía mejor: gracias a este convenio la firma tecnológica y el cocinero se proponen convertir la innovación culinaria en un activo universal, a través de internet.
Es por todos sabido que hace algunos meses Adriá anunció el cierre de su buque insignia de la creación culinaria, El Bulli, para madurar y revitalizar el proyecto hasta 2014. Pues bien, desde ahora, y hasta esa fecha el cocinero se ha convertido en el principal responsable ante los medios e instituciones de la gran compañía de telecomunicaciones que pretende, con este fichaje, aprovechar la imagen de creación y vanguardia de Adriá, y conseguir que sus logros brillen en la red.
La innovadoras ideas de Ferrán Adriá se irán modelando y perfilando durante las próximas semanas. Lo que ya tenemos claro es que el cocinero pretende que este proyecto se convierta en un hervidero de ideas on-line que le permita comunicar sus estudios, avances y descubrimientos alimentarios en tiempo real. Esto se procurará conseguir a través de la creación de una gran red social especializada en gastronomía y creación culinaria que, aunque abierta a todos los del gremio, está especialmente ideada para aglutinar a todos aquellos cocineros que en su día pasaron por El Bulli. Esta suerte de “Facebook para chefs” se desarrollará mientras que la sede del que ha sido por cinco años consecutivos el mejor restaurante del mundo se transforma en un laboratorio de ideas, ocupado por cerca de 30 especialistas, que prepararán la reapertura del restaurante, totalmente renovado, en 2014; gracias al apoyo y patrocinio de Telefónica.
Adriá se encuentra exultante ante este nuevo reto, con el que se enfrenta a la innovación, la creación y lo imprevisible; tras muchos años de un rotundo éxito, eso sí, marcado por la monotonía de lo previsible.
