Falta de expertos en geriátricos

Factores tan diversos como el estatus socio-económico, vivir en soledad o circunstancias fisiológicas y psicológicas como el estado dental o estar depresivo, suelen alterar el estado nutricional de los mayores. Y es que la tercera edad es una etapa vital en la que hay una mayor vulnerabilidad de la nutrición, especialmente en lo que a vitaminas y nutrientes se refiere. Sin embargo esta circunstancia no ha hecho que los centros geriátricos incluyan a expertos en nutrición, de forma que únicamente el 9% de las residencias cuentan con un especialista en la materia.

Esta carencia de nutricionistas ha sido uno de los puntos abordados en la presentación en Madrid del libro Retos de la nutrición en el siglo XXI ante el envejecimiento poblacional, editado por el Instituto Tomás Pascual Sanz y la Universidad CEU San Pablo. Según el catedrático de Nutrición y Bromatología de la Universidad CEU San Pablo y coautor del libro, Gregorio Varela Moreiras, a pesar de que en la vejez la alimentación supone una responsabilidad y tratamiento distinto al de otras edades, hasta hace poco los servicios de restauración han usado los mismos menús para niños que para los mayores.

Otra circunstancia puesta de manifiesto en la presentación del texto es el pequeño número de estudios que se han llevado a cabo en personas de edad avanzada para poder elaborar recomendaciones nutricionales, lo que ha provocado que se recurriese a la extrapolación de datos de adultos jóvenes, como ha señalado Elena Alonso Aperte, profesora agregada de Nutrición y Bromatología de la Universidad CEU San Pablo y coautora del volumen, quien también ha explicado que “así se cometen muchos errores, ya que, entre otros ejemplos, no se pueden constatar si la disminución en la actividad física que se observa con la edad es consecuencia de una menor ingesta de energía o si, por el contrario, es la menor ingesta de energía asociada a la edad la causa de esta pérdida de actividad asociada al envejecimiento”.

La profesora Alonso también dedicó su atención al tema de la profesionalización de los servicios de restauración, insistiendo en que “desde la gestión de la compra hasta la ingesta se recomienda una acción planificada que permita asegurar un adecuado aporte nutricional, que tengan un precio razonable y estimulen la socialización de los mayores”.

El libro de Moreiras y Alonso aporta una serie de conclusiones entre las que caben destacar algunas en las que se sugieren una relación de ‘causa – efecto’ entre el consumo de determinados nutrientes y su repercusión sobre algunas patologías, como el hecho de que los lípidos se asocian a un incremento de padecer Alzheimer, mientras que los monoinsaturados y los polinsaturados podrían tener un efecto protector (por ello, el consumo de alimentos ricos en omega-3 se ha asociado a una disminución del riesgo de padecer esta enfermedad). También se recoge la relación entre el consumo de vitaminas con el riesgo de desarrollar un mayor deterioro cognitivo, ya que los datos epidemiológicos demuestran un efecto protector de este grupo de vitaminas, sobre todo del ácido fólico, aunque se matiza que estos datos epidemiológicos en la actualidad son pocos y contradictorios.

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