Esplendor y ocaso de Polaroid

Algo tenían de juguete mágico las viejas máquinas Polaroid. Con su sistema de procesamiento instantáneo de imágenes permitían tener copias de fotografías de forma casi inmediata. Y mediante ese ingenio se solucionaban muchos problemas de la tradicional fotografía analógica: se podía comprobar in situ si la toma era buena o regalársela a cualquiera sin tener que aguardar semanas. Eso por no hablar de los favores que prestó a quienes buscaran un medio discreto de procesar sus fotos más íntimas o comprometedoras.

Inventada en 1947 por Edwin Land, la fotografía instantánea gozó del favor público hasta 1991, fecha de su cenit y mejores cuenta de beneficios. Apenas podían sospechar que su emporio iba a quedar barrido en apenas unos años. La fotografía digital, que extendía de modo universal lo que antes era privativo de la marca norteamericana, sería su ruina. El acelerado proceso de reemplazo de las viejas cámaras cogió a Polaroid con el pie cambiado y en 2001 suspendió pagos. La situación financiera de la compañía continuaba siendo crítica cuando un grupo de inversores la adquirió en 2005.

En el tiempo transcurrido desde entonces las cámaras clásicas de Polaroid y sus carretes de cartucho han ido avanzando hacia la extinción: las primeras dejaban de fabricarse en 2007  y los segundos el pasado mes de febrero. En adelante y mientras no se licencie la producción a terceras marcas, ambos materiales quedarán como un icono romántico para nostálgicos o como material de coleccionismo. Y su particular e inconfundible color y formato entran desde ya en una región de sombra.

Sin embargo, sería triste que eso supusiera la liquidación de un nombre tan legendario en la historia de la fotografía, y los actuales propietarios no parecen dispuestos a que eso suceda.  Los responsables técnicos trabajan ahora para que la batalla que perdieron hace unos años no suponga para ellos el fin de la guerra. Y para ello prometen la reinvención de la marca, un concepto que viniendo de quienes viene no ha de tomarse a la ligera. A fin de cuentas, tienen ya en su haber el precedente de un desarrollo revolucionario que cambió el curso industrial del sector durante muchos años.

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