Depresión en los mayores

Cuando se hace un primer repaso sobre cuales son las patologías más propias de la vejez se piensa en deterioro cognitivo, problemas cardiovasculares, de artrosis, reuma….y toda una larga lista que suele llevar a tomar como lógico que los ancianos muestren un carácter apesadumbrado y triste, sin caer en la cuenta de que tal vez esa actitud se deba a una depresión, a pesar de que la de inicio tardío es uno de los problemas de salud mental más comunes en los adultos mayores de 60 años. De hecho, entre el 10 y el 45 por ciento de los mayores de 65 años presentan síntomas depresivos en algún momento de su vida.

Es sorprendente que se le preste tan poca atención a la depresión de la población anciana, especialmente si se tiene en cuenta que mientras que este trastorno mental afecta entre el 5 y el 6 % de la población general, en la vejez llega casi a triplicarse, ya que un 15 por ciento de los ancianos la sufre, aunque sólo uno de cada cuatro recibe tratamiento, como ya ha referido el doctor Humberto Kessel Sardiñas, médico del Servicio de Geriatría del Hospital Torrecárdenas de Almería y coordinador del curso de formación en patología neuropsico-geriátrica para residentes en geriatría puesto en marcha por la Sociedad Española de Geriatría y Gerontología (SEGG) y Lundbeck.

Por lo que a las causas desencadenantes de la depresión en los ancianos se refiere se han establecido tantas como estudios realizados sobre el tema. Así, los hay que consideran que la depresión en los últimos años de la vida está influenciada por factores genéticos, situacionales y las enfermedades relacionadas con factores biológicos y psico-sociales. Sin embargo, la depresión en los últimos años de vida, en relación con la depresión de inicio temprano, parece estar menos influenciada por la genética y más por factores ambientales.

Para el doctor Kessel los desencadenantes de trastornos de ánimo en la población anciana son variados y variables: “Pueden ser desde efectos adversos provocados por fármacos, hasta circunstancias del micromedio y el entorno social, pasando por patologías crónicas y síntomas no controlados, sensación de “inutilidad” o discapacidad, entre otros”. Esto quiere decir que la incidencia de la depresión y el trastorno de ansiedad generalizada están en ocasiones provocadas por otras dolencias crónicas. De hecho, los ancianos padecen más enfermedades crónicas discapacitantes, algunas de ellas como las neurológicas alteran las vías neuro-químicas y los neurotransmisores cerebrales al igual que otras alteran los ejes neuroendocrinos pudiendo actuar como causa de la depresión. A esto hay que sumar el hecho de que en situaciones clínicas particulares como la enfermedad de Parkinson, el ictus, las cardiopatías, las enfermedades endocrinológicas y las neoplasias, la comorbilidad depresiva es elevada.

Los especialistas coinciden en la necesidad de que el tratamiento sea individualizado, compaginándose fármacos, psicoterapia y apoyo familiar, pero desde luego resultar primordial que lo primero de todo sea, como explica Kessel, “buscar los factores desencadenantes, descartar causas orgánicas y tener en cuenta la comorbilidad, y la medicación que se utilice para otras patologías”. En cuanto a los psicofármacos, Kessel afirma que “conviene descartar aquellos que posean efectos anticolinérgicos o cardiotónicos. Los inhibidores selectivos de la recaptación de serotonina, que son bien tolerados por los ancianos, no tienen efectos cardiotónicos, anticolinérgicos o antihistamínicos, mejoran la ansiedad y la desinhibición, y actúan en un plazo de tiempo razonable”.

Comentarios

Deja un comentario