Cambio de temporada en la cocina

Almendras, castañas, nueces, avellanas,… la recogida de los frutos secos comienza y en unos días llenarán nuestra cesta de la compra. Estas semillas pobres en agua y ricas en grasa o almidón son conocidas sobre todo por su alto poder energético, motivo por el que se recomienda su ingesta a los senderistas o a quienes practiquen ejercicio físico continuado.

No obstante, tiene otras muchas propiedades. Son nutritivos, sabrosos, nos permiten jugar con ellos como ingredientes en nuestra cocina y la mayor parte de las grasas que contienen son saludables, excluyendo al coco del que son, en su mayoría, saturadas. Asimismo, aportan a nuestro organismo los ácidos grasos esenciales, necesarios para la formación de las membranas celulares; son ricos en magnesio, fósforo, potasio, calcio y hierro, y antioxidantes; contienen vitaminas B1, E, B3, tiamina y folatos; y, finalmente, su alto contenido en proteínas y fibras favorece la circulación intestinal.

A pesar de todas estas propiedades, saludables y útiles para completar un plato nutritivo, el alto contenido en grasas lo convierte en indigesto, por tanto, mejor si no abusamos de ellos y los masticamos despacio. Si seguimos estos consejos, no sólo evitaremos incómodos episodios, sino que podremos conseguir reducir los niveles del colesterol malo, aumenta los del beneficioso para nuestro organismo.

Por todas estas propiedades, muchos frutos secos son incluidos por los dietistas a modo de sustitutivos de la mantequilla u otros alimentos con demasiada cantidad de grasas saturadas. Una vez en nuestra cocina… aquellos que tienen su propia cáscara se conservan mucho mejor y por más tiempo. No obstante, todos deben permanecer en un lugar fresco, seco y con poca luz para su conservación.

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