Aprovechando hasta las migas


Estos últimos tiempos de crisis están llevando a que, para mantener la economía familiar, se recuperen ciertas costumbres culinarias en las que con las sobras de un plato se elabora otro diferente. He aquí algunos ejemplos.


 


Del pan duro…


 


Desde hace bastante tiempo, y cada vez más frecuentemente, en Semana Santa los mostradores de panaderías, hornos y supermercados se abarrotan de panes especiales para la elaboración de las populares torrijas. Sin embargo éste es un plato en el que podemos aprovechar el pan duro sobrante de días anteriores.  Tras cortarlo en rebanadas, las remojaremos en leche hasta que estén blandas (no demasiado o no las podremos manejar a la hora de echarlas a la sartén), a continuación las pasaremos por huevo e inmediatamente las freiremos en una sartén, con abundante aceite a temperatura alta (para que no absorba demasiado), aunque no tanta como para que se nos quemen por fuera y queden crudas por dentro. Una vez fritas las colocamos sobre papel de cocina para que absorba el exceso de aceite y las pasamos, cuando aún están calientes, por azúcar y canela, aunque también admiten miel o un ligero almíbar casero hecho con agua y azúcar.


 


También podemos aprovechar el pan duro para hacer unas tostadas (poniendo el pan en el microondas, en el horno o en una vieja sartén) o algo más ‘elaborado’ como los picatostes (basta con poner a remojo el pan cortado en tiras en agua con sal, dejar reposar unas horas y freír) o las populares migas. Para este plato tan tradicional lo primero es cortar el pan en trozos pequeños que humedeceremos con un poco de agua y lo envolvemos en un trapo o servilleta humedecidos y limpios durante unas horas. Freiremos un diente de ajo y, si se desea, unos cuadraditos de jamón, chorizo o tocino entreverado o panceta. Apartamos del fuego para añadir una cucharadita de pimentón (picante o dulce, según el gusto de cada cual) y a continuación añadimos las migas de pan, hasta que todo se vaya haciendo a fuego lento hasta que se suelten las migas.


 


Restos del cocido


 


Si tradicional es el cocido, en cualquiera de sus ‘formas regionales’, lo es igualmente que no se consuma en su totalidad. Un modo de aprovechar estos restos sin repetir menú al día siguiente es haciendo un plato tan típico como el mencionado: la ropa vieja. Basta con sofreír un poco de ajo (también cebolla a quie le guste), añadir un poco de pimentón (sin olvidar retirar de la sarten para evitar que se arrebate) y a continuación los restos del cocido (garbanzos, carnes –que habremos troceado y limpiado de tendones y pieles- chorizo, morcilla, verduras… Si las sobras del cocido se han quedado secas por estar en la nevera, podemos añadir un poco del caldo del cocido sobrante o un poco de salsa de tomate.


 


Otra opción es hacer un pudding o pastel. En este caso picaremos las sobras del cocido, las rehogaremos con un poco de ajo tomate. Fuera del fuego añadiremos unos huevos batido y la mezcla la pondremos en un molde –embadurnado con un poco de mantequilla y pan rallado para evitar que se pegue al molde- . Lo meteremos al horno en baño María y en unos minutos estará listo para desmoldar, cubrir con salsa de tomate y servir.


 


Carnes, aves y pescados


Son todo un clásico para aprovechar como base de las croquetas. Bastará con sofreír una buena cantidad de cebolla, añadir la carne, ave o pescado que nos hubiese sobrado anteriormente –muy picadito- añadiremos la harina para tostarla y a continuación la leche, hasta que vaya espesando la mezcla en una bechamel consistente. Se podrá añadir especias como pimienta, nuez moscada, etc. según las preferencias de cada uno.


 


En fin, que sin haber descubierto América, esperamos haber abierto la puerta al recuerdo y la inspiración a las recetas más económicas, que no por ello menos sabrosas y nutritivas. Porque además de una cuestión de economía doméstica es una cuestión de solidaridad si tenemos en cuenta que, según el informe de la FAOel organismo de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura-, cada año se desaprovechan mil millones de toneladas de alimentos mientras 925 millones de personas sufren hambre crónica en el mundo.

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