Que las cosas no andan bien económicamente en nuestro país, no es ningún secreto. Lo que, sin embargo, sí lo es dentro de muchas familias españolas es que cada día, miles de abuelos, ayudan económicamente a sus hijos y nietos que, como tantos otros, han sido afectados por la crisis. La mayoría de ellos no alardean y, si pueden, ni lo cuentan; casi todos opinan lo mismo “para qué queremos el dinero si no es para gastarlo en los nuestros, y más aún cuando necesitan ayuda”.
Según una investigación reciente, llevada a cabo por Simple Lógica para la Unión Democrática de Pensionistas y Jubilados de España (UPD), cuatro de cada diez mayores ha ayudado durante los dos últimos años a sus familiares. La cifras van in crescendo de forma vertiginosa, sólo hay que fijarse en las de los años anteriores para darse cuenta de ello; en 2010 sólo uno y medio de cada diez declaraban haber socorrido económicamente a sus allegados.
Lo irónico es que, mientras las contribuciones de nuestros abuelos crecen, las ayudas que ellos reciben, menguan. Las aportaciones económicas a los mayores españoles han descendido en un 5% con respecto a hace dos años, siendo principalmente los que viven solos y tienen procedencias más humilde, quienes más subsidios reciben.
Lo que está claro es que la crisis está sirviendo de nexo de unión entre familias y que los hogares españoles se están “convirtiendo en un piña” para ayudarse mutuamente, siendo los abuelos quienes constituyen el primer nexo de unión y, en la mayoría de los casos, también de apoyo económico. Una situación que, si bien es muy difícil para millones de familias, también está contribuyendo a la revalorización de la familia como institución fundamental.
