Viajes de cine

El skyline de Nueva York y su puente de Brooklyn, o sus peligrosos barrios marginales, han quedado para siempre ligados a las desventuras de Woody Allen, a los relatos tortuosos de Martin Scorsese o al drama de la familia Corleone. Para los cinéfilos que pasean por las calles de la gran manzana, cada esquina evoca el recuerdo de alguna escena memorable.

En el otro extremo del país, la colina de Hollywood con su celebérrimo cartel es el gran testigo de la época dorada de los estudios clásicos. En esa meca de los sueños, como ha sido llamada, siguen instalaciones como la de Universal, con sus innumerables tesoros, que estuvo a pique de arder en un incendio el pasado mes de junio. Muy cerca puede pasearse por el Sunset Boulevard, la avenida llena de locales y tiendas frecuentadas por las estrellas.

Pero esos no son los únicos escenarios que han quedado fijados en la retina de millones de espectadores.
En Europa posiblemente no existan iconos parecidos a la Isla de Innisfree y el pueblo de Cong, ambos en Irlanda, gracias al mítico rodaje de El hombre tranquilo, el bucólico retrato del campo de la isla esmeralda y que más de 50 años después sigue siendo fuente de anécdotas y peregrinaciones.

Aunque desde luego la París romántica y bohemia de la nouvelle vague francesa, con los metrajes de los Godard, Truffaut o Rivette, se aparezca como un territorio de leyenda para los frecuentadores de los cine-clubs de los 60 y los 70.

Además, quienes amaran el gran cine italiano de Fellini y compañía no pueden dejar de rendir visita a la romana Cinecittà, los grandes estudios que también se salvaron milagrosamente del fuego el verano pasado

Sin embargo, si hubiese que buscar un lugar impregnado de celuloide, aunque no demasiado reconocible a ojos occidentales, ese sea la ciudad de Mumbai, verdadera capital del cine mundial por volumen de producción y hogar de lo que ha dado en llamarse Bollywood: el paisaje de la evasión de todo el subcontinente asiático.

Posiblemente, con todas las que cada uno quiera añadir por su bagaje personal, estas serían las estaciones que formarían el viaje perfecto de todo degustador de polvo de estrellas.

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