Viaje por países pequeños

“Viaje por países pequeños, son más fáciles de visitar”, decía una canción de los años ochenta del grupo Derribos Arias. La humorada no dejaba de tener su poder de sugestión: en Europa existen un pequeño grupo de estados independientes que en su momento se resistieron a los grandes procesos de unificación del continente y hoy continúan siendo islas autónomas con su propio gobierno y bandera.

Y es que además de los fantasmagóricos microestados, de los que hemos hablado aquí en precedentes ocasiones, existen hasta seis países europeos con pleno reconocimiento jurídico internacional cuya superficie no excede los 2.586 km2, el tamaño de Luxemburgo, el más grande de todos ellos.

Su conocimiento, sin embargo, puede deparar todo tipo de gratos descubrimientos y lo limitado de sus espacios no nos ha de llevar a pensar que no merezca la pena dedicarles una escapada.
Andorra, el País de los Pirineos, es el que muchos tenemos más a mano. Pero a menudo los acercamientos resultan puramente instrumentales: compras y deportes de nieve. Craso error, porque la gastronomía, la posibilidad de hermosísimas excursiones, conjuntos medievales como los de Les Bons y algunos museos curiosos como el del Tabaco en Sant Julià de Lòria, que recuerdan una actividad tradicional de este principado escondido, bien merecen salirse de los caminos trillados.

Rodeadas de suelo italiano se encuentran la Serenísima República de San Marino, una de las más antiguas del mundo, y la Ciudad del Vaticano. La primera comparte con Andorra un terreno montañoso y quebrado (aunque de inferior altura), pero se beneficia de la cercanía del mar adriático. País que se diría surgido de un cuento, con la silueta de sus torres medievales encaramadas sobre el monte Titano, el turismo y la emisión filatélica son algunas de sus principales fuentes de ingresos. El Vaticano por su parte presenta muy notorias singularidades: mínima expresión de lo que antaño fueran los vastos estados pontificios, es el estado más pequeño de la tierra (0,44km2) y una de las últimas monarquías absolutistas. También el único con en el latín como lengua oficial,  y por supuesto aquel que mayor densidad de patrimonio artístico debe tener concentrado tras sus murallas. Sólo sus museos justifican el desplazamiento.

Mónaco y Liechtenstein son mayormente conocidas como paraísos fiscales, refugio de millonarios y coto de algunas familias aristocráticas. Mónaco, limitada a una franja costera envuelta por unos cerros y con casi la totalidad de su territorio edificado, es sinónimo hoy de vida lujosa y ociosa, de mansiones de famosos y tiendas de postín. Liechtenstein también mantiene una altísima renta per cápita, aunque su actividad no se concentra tanto en los visitantes y mantiene lucrativas industrias. Su paisaje alpino es su mayor atractivo.

Por último, Luxemburgo es un país delicioso, próspero y civilizado, acogedor y con una identidad propia pese al influjo germánico o valón que uno pueda percibir en su ambiente y costumbres. Su capital es patrimonio de la UNESCO y en sus pueblos abundan abadías y castillos, es fama que muchos de ellos encantados. Un lugar ideal para una escapada.

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