Un americano en Madrid

Tres años de duro trabajo se esconden tras la apuesta expositiva más importante del madrileño museo Thyssen-Bornesmisza para la temporada estival. La retrospectiva de Edward Hopper, un pintor muy poco visto, aunque muy admirado, en Europa- es fruto de una intensa colaboración entre la pinacoteca madrileña y la Réunion des Musées Nationaux de France; donde viajara la muestra el próximo otoño.

Las obras que se exhiben vienen de diversas partes del mundo; principalmente del Whitney Museum for American Art, donde se conserva el grueso de la obra de un artista considerado un verdadero icono por sus compatriotas. Es curioso, porque su obra, lejos de reflejar las maravillas del sueño americano, se pierde sin embargo en las descripciones de una América desencantada y melancólica -urbanita y desarrollada, eso sí- en la que la humanidad parece presa de una profunda soledad. Es la América de Entreguerras, la de la Gran Depresión; a la que otros pintores no pudieron, o no quisieron, acercarse en clave figurativa.

La luz es probablemente la clave de la obra de Hopper. La aprende de pintores como Rembrandt o Velázquez, pero en su pincel se transforma en una suerte de desesperanza y cada atmósfera pintada parece recordarnos que cualquier tiempo pasado fue mejor. Configura escenas misteriosas, personajes cuya historia desconocemos, pero con los que no podemos evitar empatizar.

La primera mitad de la exposición versa sobre la formación del artista, aproximadamente de 1900 a 1924; la segunda muestras sus trabajos a partir de 1925, presentando su producción madura. Bocetos, grabados, dibujos, cuadernos, lienzos -tanto del pintor como de otros de sus contemporáneos- conforman esta muestra que se inaugura el día 12 y permanecerá abierta hasta el próximo 16 de septiembre.

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