Turismo micológico

De aquí a un mes llegarán las primeras lluvias y, con ellas, comenzará la temporada de setas, que alcanza su máximo esplendor durante los meses de octubre y noviembre. Para muchos, la micología es más que una pasión: prácticamente un arte, y esperan ansiosos que llegue el otoño para salir a recolectar y disfrutar del aire libre, mientras se recogen los exquisitos manjares que satisfechos degustarán tras la recolección.

A la hora de salir a coger setas, tanto los pocos iniciados en la materia, como los expertos, deben llevar una guía donde poder comprobar las especies con que se encuentran; de este modo podrán evitar las setas venenosas y ahorrarse así un buen disgusto. Lo indicado es llevarlas en una cesta de mimbre, para que lleguen a casa en condiciones óptimas, y cortarlas con una navaja afilada. Antes de salir, también hay que tener en cuenta que, en determinados lugares, es necesario contar con un permiso especial para llevar a cabo esta actividad, cuyo precio oscila entre los 5 y los 15 euros.

Nuestro país es uno de los mejores lugares del mundo para recoger setas, ya que tenemos más de 3 mil variedades, aunque sólo la tercera parte de ellas son comestibles. En la capital hay muchos parejes interesantes para los amantes de la micología: Guadalix de la Sierra, Fuenfría, Pinares o Lozoya son algunos de ellos.

Sin embargo, Navaleno (Soria) y Rabanales (Zamora) son dos de los más interesantes. Ambos cuentan con Museos Micológicos que, además de organizar rutas, informan exhaustivamente sobre las diversas variedades de la zona. Pero no son los únicos sitios óptimos para la recogida, son también digno de mención Unzúe (Navarra) y ciertas zonas de Aragón, como el valle del Ebro o el del Moncayo.

Cualquiera de estos lugares es fantástico para organizar una escapada rural, disfrutar del aire libre durante la recolección y darse un merecido festín gastronómico al terminar la jornada, ¿te apuntas?

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