Sueño de aguas profundas

Como un lirio o un nenúfar que flota sobre las aguas, Bath se levanta sobre ellas con incomparable equilibrio y hermosura. Para algunos es la ciudad más formidable de Inglaterra.

Julio Cesar, general romano sometedor de las Galias, tenia razones para no volver a la agitada patria tras su victoria y una lucha entre caudillos de más allá del mar le proveyó de una excelente excusa para demorar la vuelta a la par que trataba de obtener más gloria y riquezas.

Habrá que decir que su primera expedición a las islas fue más bien un fracaso y resultó más onerosa que beneficiosa. Pero también abrió el camino a más de 400 años de presencia romana en lo que sucesivamente se  llamaría Britannia.

No fue, sin embargo, una colonización en toda regla. Un destino lejano de todas las comodidades de la metrópolis, con un clima bastante más riguroso que el de las provincias meridionales y amenizado por periódicas revuelta, convirtió este dominio en un campo de pruebas para políticos ambiciosos y pretendientes a usurpar el trono del imperio.Sin embargo, entre cobro de tributos y sofocamiento de insurrecciones, también quedó tiempo para la difusión de usos y formas organizativas que tendrían un peso nada marginal en la conformación de lo que con el paso de los siglos sería Gran Bretaña.

La urbe, en el sentido romano del término, bien puede echarse al debe de esas aportaciones. Y no deja de ser significativo que Londres sea, en origen, el  primer gran asentamiento latino en estas tierras.

Luego vendrían otras, en los que los romanos buscarían condiciones propicias para el establecimiento y para el cultivo de sus costumbres. Una de ellas estaría situada sobre unas ricas fuentes balnearias que ya los pueblos célticos habían consagrado a su diosa Sulis. Aquae Sulis, como llamaron a aquel lugar, devendría gracias a esas características en una de las más importantes estaciones termales que construyeran en su paso por Albión.

El abandono tras la retirada romana no supuso, sin embargo, más que una decadencia transitoria de la plaza. En la Edad Media volvió a resurgir, primero alrededor de una abadía y más tarde como mercado de la lana.

Sin embargo, serían nuevamente sus termas las que propiciarían su resurgimiento ya irrevocable. El descubrimiento de sus propiedades curativas atrajo la atracción de la aristocracia desde finales del siglo XVII, y en el XVIII tres grandes prohombres de la ciudad se empeñaron en convertirla en la joya definitiva de la arquitectura georgiana. Su obra, erigida en la pálida piedra y fundamentada en concepciones neoclásicas, con una trama urbana ordenada y señorial, monumental y austera a un tiempo, supuso el cénit de las ideas de Palladio en Inglaterra. Además, se consiguió que el suave paisaje de las Cotswolds, de dulces colinas verdes y gentiles campiñas, quedara hermosamente integrado en este jardín de piedra. Como dijo la UNESCO al incluirla en su lista del patrimonio de la humanidad representa un ejemplo sobresaliente de voluntad deliberada de construir una ciudad bonita.

Ese múltiple legado, romano, medieval y dieciochesco, milagrosamente bien conservado e integrado, la atmósfera encantada del conjunta, convierte a Bath por en uno de los lugares donde uno querría poder refugiarse cada vez que tuviese la necesidad de sumergirse en las aguas vivificantes de la reparadora belleza.

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