Romance Grisón

Avanzadilla románica en mundo germánico y sobrecogedora sucesión de ciento cincuenta valles –algunos los más profundos de Europa-, el canton helvético de los Grisones, el más extenso y más oriental de Suiza, es también el receptáculo de su plural identidad. Hasta tres comunidades lingüísticas y dos comunidades religiosas, amén de una historia que se enraiza en la enigmática tribu de los retios, en la firme colonización latina y en el despertar de las Ligas que consolidarían su condición de república autónoma democrática y comunal durante varios siglos, conforman este microuniverso en el corazón del continente.

Es al sureste del cantón que se mantiene lo que ha dado en llamarse el Archipiélago romanche. Desperdigados en varios enclaves e islas remotas, subsiste un número que baila entre los 30.000 y los 100.000 hablantes de alguno de los cinco dialectos de la lengua retorománica. Un país de altísima montaña que trabaja para preservar las señas de una cultura en amenaza de germanización. Aunque sea el mismo relieve salvaje que ha servido para aislar y proteger a esta minoría es el que a veces ha obstaculizado el desarrollo de una variante compartida de la lengua y el reconocimiento mutuo de sus habitantes como parte de un mismo pueblo.

Para conocer los Grisones es conveniente abandonar las prisas y estar dispuesto a tomar su pulso en hermosas travesías a pie. La maravillosa e imposible red de ferrocarriles suizos es la otra gran alternativa, que da un ejemplo supremo de las dificultades de esa admirable obra de ingeniería. El vertiginoso viaducto de Landwasser o el túnel de Gottardo son dos de los más impresionantes ejemplos de la manera en que hombre y montaña se han cortejado en el país alpino.

Los Grisones romanches contienen aún otro contraste formidable entre sus ciudades elegantes, algo impersonales e internacionalmente conocidas de Davos y San Moritz y los pueblos aun genuinamente rurales de la Baja Engandina como Scuol. La imagen tópica de opulencia y modernidad que asociamos automáticamente con la Confederación Helvética se disuelve aquí un poco y da paso a la percepción de los rigores que las comunidades agrícolas y ganaderas que hasta hace cincuenta años eran el motor de la región han tenido que afrontar.

Así, escindidos entre su particularidad y su cosmopolitismo, los Grisones, I Grischun, como aún los llaman sus más antiguos pobladores, siguen siendo uno de los bocados mas peculiares y sabrosos`para los viajeros deseosos de penetrar en el mundo alpino y su convulso vaivén de antiguas identidades.

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