Retiro de ciudad

Para los mayores, la tranquilidad y el sosiego de los balnearios y sus aguas purificadoras siempre han gozado de atractivo. La fama que tienen sus tratamientos para variadas afecciones propias de nuestra edad o la simple posibilidad de pasar unos días en un entorno habitualmente encantador, con muchos detalles propios de otras épocas y sin el tumulto de otros destinos vacacionales han sido algunas de las armas de su duradero prestigio.

Sin embargo, para algunos mayores activos, sin tanto tiempo para consagrarse al propio cuidado como el que demandan los circuitos al uso o que sencillamente no se sienten del todo atraídos por el particular ambiente adormecido y recóndito de algunos de los más célebres balnearios, la alternativa se encuentra en la recuperación de esa institución original que fueron en su día los baños y termas urbanas, que ahora se conocen por el préstamo francés llegado por vía inglesa de “spa”.

Es cierto que la diferencia de estos spas urbanos con los balnearios tradicionales es importante. En el balneario, además de recibir los efectos mecánicos y térmicos, se produce una absorción de los componentes minero-medicinales de las aguas, cosa que no ocurre en los spas urbanos, que en su mayoría emplean suministros corrientes y no de manantiales con propiedades especiales.

Pero aun así, el agua enriquecida con sales, aceites y otras sustancias proporciona al usuario tanto beneficios para su salud y aspecto como placer. Los contrastes entre el calor y el frío y la presión del agua, las buenas manos de un masajista, y programas complementarios contra el estrés o para mejorar la circulación y la  tonificación hacen que la oferta pueda ser tan relajante como la del mejor balneario.

Además,  envolturas con barros, café, chocolate y hasta vino, sin olvidarbaños de horchata en Valencia, o tratamientos con aceite de oliva en Jaén, aportan un punto  original y desenfadado a parte de la oferta de estos espacios ubicados en pleno centro de muchas ciudades, tanto grandes capitales como otras más pequeñas. La mayoría en locales independientes, aunque cada vez es más frecuente que hoteles y gimnasios incorporen estos servicios para complacer a sus clientes.

Así, lo que hace apenas unos años se veía como privilegio reservado solamente a jubilados o gente ociosa se ha convertido en una tendencia de moda que puede integrarse en la vida cotidiana no solo de quienes ya se han retirado, sino de aquellos mayores que siguen en la brecha o tienen demasiados asuntos que atender como para ausentarse de su lugar de residencia y que, aun así, creen tener derecho a su ración de descanso y el sosiego. Los spas, decorados a menudo como los viejos baños árabes o turcos o al más puro estilo modernista, suelen añadir además saunas y hasta piscinas, de manera que pasar unas horas en cualquiera de ellos es garantía de salir mucho mejor de lo que se ha entrado.

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