Regusto hispánico I

La expansión colonial de la corona española por el sur de los actuales Estados Unidos es un episodio al que se ha prestado una atención subalterna en nuestra historiografía y planes de estudio. Quizás sea porque se trató de un proyecto completado a medias cuando no fallido, socavado por derrotas militares y que acabó por fracasar materialmente. Pero no eso no puede ocultar que la exploración y  presencia de  guarniciones de soldados y colonos se prolongó durante más de tres siglos, desde lasexploraciones de Hernando de Soto, Cabeza de Vaca o Vázquez de Coronado hasta el fin del Virreinato de la Nueva España (el actual México y del que dependían las colonias septentrionales de Florida, Nuevo México, California y etc.). Algo que, por fuerza, ha dejado reminiscencias que pueden ser el excelente objeto temático de una ruta.

Cierto que muchos de los dominios que nominalmente reclamaba el imperio no eran controlados en la realidad y estaban en manos de los pueblos indígenas. Sin embargo, también hubo comunidades bien consolidadas que dejaron un rastro topográfico, lingüístico, arquitectónico o en forma de costumbres en los estados más sureños.
Nuevo México es sin duda el ejemplo más importante. Si bien la colonia se percibió demasiado a menudo como una avanzadilla para defender los territorios y minas del norte de lo que hoy es México, más que como una base para consolidar la conquista norteamericana y que el territorio estuvo desde mediados del siglo XVIII fuertemente disputado con los comanches, la herencia hispánica es innegable, empezando por su misma demografía lingüística: casi el 30% de sus habitantes habla el particular dialecto español de la región.

Aunque posiblemente, tanto más interesante para el viajero que quiera seguir estas huellas sea encontrarse con fantásticos pueblos de adobe milenario como Taos, que fue una crucial base de comercio entre colonos e indios, misiones como la de San José de Gracia en Las Trampas o San Miguel, del siglo XVII y una de las iglesias más antiguas del continente, elSantuario de Chimayó, en el que tiene lugar la más importante peregrinación católica de Norteamérica o el Palacio de los Gobernadores, que fue el edificio de gobierno provincial en la capital más antigua de América del Norte: Santa Fe. De hecho, para llegar desde esta ciudad se puede seguir el viejo camino histórico real que abrió el comerciante y diplomático Pedro Vial a finales del siglo XVIII y que tiene muchos puntos señalizados en su ruta que atraviesa parques nacionales y varios estados en su travesía des St.Louis.

No es la única de las rutas que otrora trataron de comunicar los distintos enclaves coloniales. De Santa Fe también partía el hoy conocido comoViejo sendero español, que tras atravesar 2.000 kilómetros de desierto, alta montaña y territorios poblados por nativos no siempre amistosos llegaba a Los Ángeles. Desde allí podríamos iniciar la exploración de otra antigua posesión del imperio, California. Aunque ese paseo nos lo reservamos para una próxima entrega.

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