Redes de elite

Se dice recurrentemente que Internet ha sido una herramienta democratizadora del mundo. Y no sólo porque haya servido de punto de encuentro y espacio de expresión para disidencias de todo género, sino también por haber convertido en accesibles muchas cosas que antes no lo eran.

Pero incluso algunas que siguen sin serlo, se han asomado a esta ventana de otra forma. Mismamente muchas de las grandes marcas del lujo, que pese a vender su halo selecto como parte de su atractivo, no han se han hecho las estrechas a la hora de confraternizar con las legiones de usuarios que tienen redes sociales como facebook. Así, el perfil de Chanel gusta a más de  seis millones y medio de registrados (muchos más de los que nunca compraran en la exclusiva casa modista) y el de Ferrari va camino de los ocho millones, mientras que los amigos de los diamantes de Tiffany suman dos millones y pico, por poner tres ejemplos.

Con todo y con eso, también en el universo de las redes sociales existe la exclusividad y la huida de la socialización adocenada, que se articula mediante comunidades en las que se entra por invitación o incluso por nada económicas tarifas.

Del primer tipo es aSmall World, una red privada de la beautiful people más cosmopolita. La membresía se consigue por el aval de alguien que ya esté dentro y tenga derecho a invitar, en muchos casos gente de postín, capaz de anunciar que quieren desprenderse de islas polinesias o de invitar a fastuosas fiestas en sus aristocráticas villas.

Más oneroso todavía resulta acceder a Eleqt, la red de la nobleza como ha sido llamada, y resultado de la fusión de otras redes dedicadas a la jet set internacional: Qube y Elysiants. En ella se puede solicitar una membresía de prueba, aunque la fórmula de entrada convencional sea adquirirla al módico precio de 5.000 €. A cambio, garantizan tener acceso a la “cima del networking de elite”, a contactos empresariales ventajosos para todo tipo de negocios y a los mayores beneficios para quien quiera darse a un estilo de vida lujoso.

Y si en Eleqt cuenta el nombre y el glamour, además de la hacienda, en Affluence quien manda es el dinero. Hablamos del club social digital que pone sólo un requisito para entrar: demostrar que se tiene un millón de dólares o que por lo menos se dispone de ingresos anuales de 200.000 machacantes. La justificación es garantizar así que se comparten comentarios, opiniones y confidencias entre gente de “parecida mentalidad”. Además, las ofertas de viaje, arte o tecnología que ponen los gestores de la red a disposición del usuario van en concordancia a esos patrimonios.

Sin embargo, de todas las redes para minorías, Island X es la más curiosa y exclusiva. Su objetivo es reunir a gente influyente cosmopolita: personas que hayan crecido “internacionalmente” (hijos de diplomáticos y expatriados o trabajadores móviles de multinacionales serían el perfil ideal) y sean dados a cambiar de domicilio y país. Se accede por invitación y funciona casi al modo de una sociedad secreta, pues se sabe poco de quienes la componen y de si realmente tiene buenas perspectivas de crecimiento. Lo que no se le puede negar es que haya buscado realmente un nicho en el que no todo el mundo encaje.

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