Rávena: la luz transformada en mosaico

En pleno véneto y a poco kilómetros de la archiconocida -y archivisitada Venecia- se encuentra Rávena, una de las pocas ciudades italianas que se resisten al turismo de masas y que, sin embargo, por la belleza de sus monumentos y la historia que lleva a sus espaldas, podría considerarse una de las urbes más importantes del país de la bota.

El único problema de cara al turismo lo comparte con la propia laguna veneciana; se trata del mosquito tigre, un molesto insecto que tiene por costumbre dejar su huella en forma de aparatosas picaduras. Por lo demás, todo son ventajas de cara a la visita de esta recoleta ciudad de gentes de trato agradable y en la que se conservan mosaicos de tal calidad que rivalizan con los de Constantinopla; y es que, no en vano, Rávena cuenta con, nada más y nada menos, que ocho monumentos considerados Patrimonio de la Humanidad por la Unesco.

Mosaico de los Reyes Magos

Pero, ¿de dónde viene todo este esplendor? Muy sencillo, tras la división del Imperio Romano en el 395 d. C. la capital del Imperio de Occidente se estableció en Rávena. Hasta la conquista de los Ostrogodos vivió un periodo de gran esplendor; durante la invasión bárbaros se construyen algunos monumentos -como el famoso Mausoleo de Teodorico- que dan buena cuenta de los fallidos, pero encomiables, intentos ostrogodos por emular un arte latino desde sus conocimientos “bárbaros”. Se trata de uno de los ocho monumentos a los que arriba hacíamos referencia y contemplar su imponente cúpula –si es que puede llamarse así- es obligado: se trata de un cerramiento en forma de de cuarto de esfera realizado de una sóla pieza, la única solución plausible para quienes no conocen la forma de construir una verdadera cúpula.

Finalmente, el esplendor de la urbe se duplica cuando el gran Justiniano, en su intento por reconstruir el Imperio, reconquista la ciudad, convirtiéndola en la magnificente sede del gobierno bizantino en Italia.

Basílica de San Vital de Rávena

De época romana destaca el Mausoleo de Gala Placidia, construido entre el 425 y el 430 d. C., un edificio de planta de cruz griega de sencillos y perfectos volúmenes que atesoran un interior repleto de mosaicos en todas sus paredes y techumbres.  Mucho más sencillo, y también algo más antiguo, es el Baptisterio Neoniano que según el ICOMOS es “el mejor y más completo ejemplo superviviente de un baptisterio de los primeros tiempos del Cristianismo” que “retiene la fluidez en la representación de la figura humana derivada del arte greco-romano”. De época de Justiniano no hay que perderse San Vital; su estructura arquitectónica es un excelente ejemplo de los planteamientos artísticos bizantinos.  El Baptisterio de los Arrianos, la Basilica di Sant’Apollinare Nuovo, la capilla de Sant’Andrea  y Sant’Apollinare in Classe  completan la lista de monumentos capaces de sorprender y deleitar a cualquier turista que se acerque a la ciudad.

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