Por la suma de culturas

¿Las necesidades más básicas y los problemas más acuciantes suelen centrar la atención de las organizaciones y fundaciones que, sin ánimo de lucro, prestan ayuda solidaria al desarrollo de los más desfavorecidos y de sectores sociales marginales. Cuando faltan alimentos y modos de ganarse la vida, se carece de un techo o una situación de guerra impide estructurar una comunidad, es difícil plantearse objetivos más ambiciosos que la pura supervivencia.

Quizás por ese motivo habría que valorar muy especialmente la labor de aquellos grupos dentro del tercer sector que tratan de acercar la cultura y la educación a poblaciones en esas difíciles circunstancias, o bien aquellas otras que tratan de impedir que patrimonios milenarios se pierdan por culpa de colonizaciones, migraciones forzosas o simple absorción por parte de una cultura más fuerte o con más respaldo.

La tarea de los implicados en esas actividades puede tener signos muy distintos.
Así nos encontramos con la encomiable acción de Payasos sin fronteras, que con sus actuaciones nómadas tratan de llevar entretenimiento, alivio e ilusión a personas que atraviesan situaciones extremas en campos de refugiados, así como crear talleres socioeducativos que sean germen de movimientos escénicos una vez ellos se marchen del lugar.
Educación sin fronteras parte de un hecho esencial: la participación en la cultura es lo que nos distingue como especie, y poder formarse y acceder al conocimiento no sólo deberían ser derechos innegociables, sino que también son la clave del desarrollo futuro que permita una vida más armónica y equilibrada para la humanidad.

La diversidad lingüística y la conservación de ese legado humano tan amenazado en el siglo XXI, es el ámbito de trabajo del instituto Linguapax, que en estrecha colaboración con la UNESCO, fomenta y estudia los caminos para que haya una esperanza para los centenares de lenguas del mundo en serio peligro de extinción.
La manutención de formas artísticas propias, de identidades culturales no homogeneizadas, de artesanías autóctonas, la defensa de esos principios ante los gobiernos de turno y los intercambios basados en el mutuo respeto y no en la sumisión de unos a otros: así podría definirse la lucha de la Red Internacional para la Diversidad Cultural.

Son sólo cuatro ejemplos inspiradores de estructuras a las que nos podemos dirigir si queremos colaborar en custodiar nuestra mayor riqueza: la variedad de las culturas humanas.

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