Pequeñas casas blancas, tejados rojos, flores, calles estrechas, ruinas de castillos… los pueblos blancos, situados en las zonas montañosas de la Sierra de Grazalema, la Serranía de Ronda y Los Alcornocales, se han convertido en una ruta de peregrinaje por una de las más típicas y hermosas estampas del paisaje andaluz.
En sólo dos o tres días podemos recorrer estos pueblos de Cádiz y Málaga. De momento, hagámoslo con la imaginación y a quienes les conquiste esta escapada ¡anímense a hacerla real!
Partimos de Arcos de la Frontera, en la provincia de Cádiz, situado a 160 metros sobre el río Guadalete, en lo alto de una colina. Es uno de los pueblos blancos más bonitos de Andalucía. A tan sólo 16 kilómetros de distancia encontramos Espera, una población muy antigua en la que podemos visitar su castillo árabe y la iglesia de Santa María de Gracia.
Bornos, será nuestra próxima parada, allí nos esperan los castillos del Fontanal y de los Rivera, la Iglesia de Santo Domingo de Guzmán y el Convento del Corpus Christi. En diez minutos podremos estar en Villamartin, el siguiente pueblo de la ruta. Se trata de una pequeña ciudad eminentemente agrícola, que nos ofrece, entre sus vistas, la de las Iglesias de San Francisco, de las Angustias y de las Virtudes, así como del Palacio de los Topete.
Ya en el camino que nos lleva al siguiente destino, Prado del Rey, encontraremos las ruinas del castillo de Parajete, y a continuación la entrada al parque natural Sierra de Grazalema, en El Bosque. Esta sierra esconde en su paisaje trece de los pueblos blancos, entre ellos, el famoso Ubrique, Grazalema o Villaluenga del Rosario.
En la recta final de la ruta, pararemos en Algodonales, los olivares y huertas pintan su fotografía; Olvera, entre colinas arboladas; Ronda, joya de al arquitectura andaluza y corazón de las Serranía de Ronda; Montejaque, Benadalid,… y finalmente, Jimena de la Frontera, puerta del fabuloso parque natural de Los Alcornocales y antesala del término de nuestra escapada: Castellar de la Frontera: un pueblo-fortaleza árabe del siglo XIII con vistas al continente africano.
Trescientos kilómetros de historia, tradición, buen comer y en contacto con la naturaleza ¿A qué estás esperando?