Ponte de uñas…

Hay muchas personas que ante estados de ansiedad, inseguridad, angustia o pura distracción y de forma casi involuntaria, se muerden las uñas. Es la onicofagia.

Este hábito, que afecta especialmente en la infancia (lo presentan el 45% de los niños frente al 10€ de los adultos) es una cuestión que va más allá de la ‘simple’ cuestión estética, como muestra el hecho de que se haya sido motivo de un estudio que se ha publicado en Biomed Central, donde se deja claro que este ‘hábito’ se ha de tratar como un trastorno nervioso. Es una práctica que suele comenzar como un modo sencillo de distracción y relajación que ayuda a disuadir la ansiedad. Progresivamente se convierte en un acto reflejo inconsciente y automático, siendo cada vez más difícil dejarlo, especialmente ante situaciones de angustia, nerviosismo, estrés, o insatisfacción personal.

Lo más habitual es que esta conducta se desarrollo entre los 4 y los 6 años de edad, aunque su mayor tasa va aumentando según nos acercamos a la adolescencia, alcanzando su pico  entre los 10 y 11 años, edad a partir de la cual la frecuencia disminuye, especialmente entre las chicas y casi siempre motivado por un sentido estético que les hace avergonzarse de llevar las uñas mordidas. Normalmente se soluciona con el paso de los años y se recomienda no preocuparse más de la cuenta. Lo más efectivo es adoptar unas pautas sencillas destinadas a eliminar el hábito de forma progresiva y sin traumas, son mucho más efectivas que las prohibiciones o el hecho de convertir la costumbre en un problema grave. Así, la técnica de castigar y reprender a los niños, no suele ser eficaz. Por el contrario, se puede provocar el efecto contrario y crear un círculo vicioso. Así que lo mejor suele ser explicar al niño lo que le sucede y hacerle entender que muchas personas se muerden las uñas por nerviosismo o cuando están muy preocupadas o molestas. Esta conducta también puede ser reforzada con ‘pactos’ para premiar al niño si este deja de morderse las uñas durante un tiempo determinado.

Por otra parte, desde la Sociedad Española para el Estudio del Estrés y la Ansiedad (SEAS) se recomienda eliminar el consumo de alcohol y café y practicar alguna técnica de relajación que ayude a reducir el estrés, como el yoga, y si el hábito persiste, es necesario recurrir a la terapia psicológica.

A pesar de que anteriormente hemos señalado que no hay que preocuparse más de la cuenta, tampoco es un problema que debamos obviar y dejar pasar de largo, ya que va más allá de ser una cuestión meramente estética, pudiendo llegar  a afectar a la salud y tener consecuencias en otros órganos de nuestro cuerpo además de las propias uñas, en las que el continuo mordisqueo causa un mal crecimiento de las mismas a causa de los microtraumatismos que alteran la anatomía del lecho ungueal, la parte que está por debajo de las uñas, además inflamación y dolor en el dedo que generan las heridas creadas alrededor de las uñas. La onicofagia también puede generar alteraciones en los dientes, ya que el constante choque de unos incisivos contra otros (inferior y superior) hace que se desgasten y que las piezas dentales queden como recortadas. También se puede provocar la mala oclusión de los dientes anteriores, infecciones parasitarias intestinales, bacterias, virus, hongos o cándidas en la uñaque, en muchos casos, se trasladan a la mucosa oral, o destrucción alveolar. Además, cerca de una cuarta parte de los pacientes con dolor en las articulaciones temporomandibulares. En el caso de que las uñas aparezcan azuladas, deformadas, torcidas o pálidas, con crestas horizontal o líneas blancas, o sean blancas por debajo de la uña, no hay que dejar de consultar a un médico ya que estas señales pueden ser indicativas de una enfermedad subyacente.

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