Parques con argumento

Universos en miniatura, micromundos artificiales, lugares propicios a la ilusión de los sentidos, a las magias y engaños transitorios, a un hechizo liviano y evanescente capaz de embaucar a chicos y mayores: desde que las viejas barracas en las que se mostraban fenómenos sobrenaturales y seres extraños, auténticos o trucados, a los complejos de ocio franquiciados y con atracciones de última generación, pasando por las verbenas rumberas con autos de choque y casetas de tiro, las cosas han cambiado mucho en este ámbito, hasta el punto de que hoy los grandes parques temáticos son un polo de atracción, sobre todo en los viajes con niños, que figuran en la oferta turística internacional.

Y aunque haya quien continúe prefiriendo el encanto algo lúgubre y marchito de los viejos parques, como el del Tibidabo en Barcelona o el de la Casa de Campo en Madrid, son los parques temáticos modernos los que acaparan mayor atención.

Posiblemente se deba a la factoría Disney la explotación más perspicaz del invento. Fue ella quien en 1955 dio un salto cualitativo cuando abrióDisneyland en California, donde se recreaban cinco entornos inspirados en el mundo de sus películas con el castillo de la Bella Durmiente como insignia o el de los pioneros y forajidos del Far West, con vagones enloquecidos que cruzan minas fantasma. Desde aquel momento, la idea del resort autosuficiente, que contiene no solo tiovivos y ambientes de cartón piedra, sino también hoteles, restaurantes, tiendas y salas de espectáculos no hizo sino afianzarse. Fue gracias a la temprana réplica deDisneyworld en Florida, que como su matriz sigue figurando entre los parques temáticos más visitados del mundo.

Pero la idea de felices simulacros de lugares con una línea argumental que aglutinara alrededor de atracciones otras propuestas de entretenimiento e incluso de cultura no tardó en expandirse: por ejemplo, los Estudios Universal jugaron la baza de su industria cinematográfica para atraer a los curiosos a sus sedes de Los Ángeles y de Orlando –muy posiblemente la capital mundial de este tipo de instalaciones-, mientras que Warner Bros también se vio tentada a sacar partido de sus personajes de ficción y de dibujos animados con parques por doquier de Estados Unidos, México y hasta cerca de Madrid.

De hecho, en nuestro terruño los años noventa significaron una eclosión de este tipo de negocios que, tras el éxito inicial de Port Aventura en Salou, vieron como Sevilla con su Isla Mágica o Benidorm con Terra Mítica se subían al carromato de la diversión temática. Aunque el altísimo coste, difícil rentabilidad y dudosa gestión de alguno de ellos parece que ha frenado su expansión, por lo menos en sus formatos más espectaculares.

Mientras, Francia, que también se vería hollada desde 1992 por el emporio Disney, buscó su propia respuesta en héroes y personajes de su propia tradición, como sucede en el Parc Asterix cercano a Chantilly o en elFuturscope de Poiters.

Pero quizás muchos de nuestros lectores sientan escasa simpatía por las demasiado amables y almibaradas fábulas de Disney (ya decía Walt Disney que él solo pretendía crear el lugar “más feliz del mundo”). Pues que no desesperen, porque hasta las más bizarras coartadas han servido para inspirar a mentes truculentas. Así, en Vietnam, se encuentra el Suoi Tien Amusement Park, un lugar que entre los consabidos carruseles y piscinas con toboganes, nos asoma a la historia del budismo. Y  en Pekín han hecho gala de su escasa consideración por los productos originales y existe una copia de Disneylandia a la China conocida como Shijingshan Park. Aunque la verdad, ninguno parece superar hasta ahora los criterios inspiradores delGrutas Park de Lituania, dedicado a la era soviética y que entre las amenidades que presenta al público se encuentra la de poder disfrutar de la sensación de la cautividad en un Gulag. ¿Alguien ofrece más?

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