Novela negra contemporánea: Vargas y Adamsberg

En un país como Francia con un arraigado gusto por la novela negra, por la atmósfera turbia de los garitos de los bajos fondos y su música de viento metal, por el gran cine noir que firmaran finos estilistas como Jean Paul Melville, el éxito arrollador de las novelas de Fred Vargas no debería sorprender.

Sin embargo, su serie protagonizada por el comisario Adamsberg tienen unas características muy propias que la alejan de otros modelos del género. Sin complejos, se reclama heredera de la novela de enigma. Así, las historias son menos una excusa para la descripción social o la crítica política que un desafío a la inteligencia del héroe, una serie ordenada de obstáculos que debe superar para conseguir el desvelamiento de la intriga. Mecanismos de relojería, piezas de orfebrería talladas a mano con el regusto clásico de las narraciones de Agatha Christie o las hazañas lógicas de Sherlock Holmes.

Algo que le han afeado los puristas del policiaco heredero de Chandler o Himes, pero que han jaleado con entusiasmo miles de aficionados de todo el mundo. Y sin duda, el acierto en la creación de un tipo tan magnético como Adamsberg no es ajeno a ese éxito. En una París de perfiles estilizados y de referentes voluntariamente etéreos, perfumado de claves autobiográficas y de los intereses muy particulares de la autora, se mueve este moderno caballero andante, obstinado, genial y defensor de una ética tan rigurosa como intransferible. El enfrentamiento con sus compañeros, pragmáticos o cartesianos, es otra de las levaduras de obras como Los que van a morir te saludan o Bajo los vientos de Neptuno.

Traducida en castellano por Siruela y desde hace muy poco con un título también en catalán por Amsterdam, Fred Vargas ha conseguido abrir una suerte de tercer espacio dentro de la novela negra, en el que la erudición se codea con el lenguaje popular y lo tenebroso con lo humorístico a ritmo vertiginoso. Pasen y lean: hay muchos números para quedar atrapados en sus misterios.

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