¡Menudos potingues!

La cosmética es uno de los campos en que más rienda suelta puede darse a la extravagancia, los usos casi esotéricos de sustancias raras y los precios desmesurados para clientes de postín.

Las compañías se entregan así a la experimentación, aunque también al desbarre. El atractivo de aguas de manantiales vírgenes de alguna montaña alejada o el destilado peregrino de algún fruto infrecuente son ganchos con los que atraer a sus clientes y tentarlos con poderes rejuvenecedores milagrosos.

Ningún sitio es lo suficientemente escondido para este negocio global, como demostró la Abyssine Cream de Kiehl, un corrector de lineas de expresión con extracto de molécula del fondo del pacífico. Aunque nada nos extrañe de la misma marca que popularizó la crema de contorno de ojos Rosa Arctica, que lleva en sus ingredientes la increible haberlea rhodopensis, la flor capaz de resurgir tras un ciclo de hasta 31 meses de sequedad en climas de frío extremo.

También derivados marinos llevaba la Life Pearl de Helena Rubinstein. En este caso perlas negras de Nueva Zelanda picadas. Un tratamiento antiedad que sirve, según la casa para dejarte la cara resplandeciente como una perla. Y la cartera, si uno se descuida y paga los más de 200 € que cuesta cada tarro.

La botánica es la otra gran fuente de la cosmética más exótica: flores de Vanuatu están en la fórmula de las cremas nutritivas de Marcel Cluny, mientras que los áloes endémicos de la isla de Socotra es ingrediente común en cremas de Sandra Cope. Por su parte, Shiseido creó su Future Solution, el producto estrella de la marca y el tratamiento antiedad definitivo según ellos mismo con extracto de Chai-Hu, una delicada flor japonesa, y rosas cultivadas en el espacio, ahí es nada.

Aunque si uno aspira a los ungüentos más exclusivos, no debe privarse de Skin Caviar Intensive de La Prairie, cuyo nombre indica a las claras su componente estrella. Y no menos selecto resulta embadurnarse de Progressif de Carita, crema con polvo de oro que no por casualidad deja su brillo sobre la piel.

Es solo un pequeño muestrario de un botica quimérica que también guarda en sus estantes productos que pueden parecer más propios de un laboratorio alquímico que de modernos centros de investigación del siglo XXI –vómito de cachalote, prepucio de niño circuncidado, baba de caracol y cosas de ese jaez- pero este es el insólito y algo mágico mundo de la alta cosmética.

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