Menorca, una isla discreta

Sin duda alguna, Mallorca e Ibiza suelen atraer a la mayor parte del turismo que acude a conocer y disfrutar de las Baleares. Por un lado, es una pena, porque cada isla del archipiélago esconde su propia riqueza; sin embargo, el hecho de permanecer en un segundo plano ha provocado que el entorno natural de Menorca permanezca intacto, mientras que, el estilo de vida de la isla resulta singularmente apacible, contrastando extraordinariamente con lo que solemos encontrarnos en los tradicionales destinos turísticos de playa.

Quienes se propongan pasar unos días en Menorca descubrirán que las opciones para disfrutar de la isla son casi infinitas y para todos los gustos. Los amantes de la naturaleza, sin duda, disfrutarán visitando el Parc Natural S’Albufera des Grau; pero también descubriendo sus playas vírgenes y sus asombrosas calas, algunas de difícil acceso, pero que merece la pena contemplar. De entre ellas, llaman la atención algunas próximas a Ciutadella, como Cala Macarella -algo masificada en verano-, Cala Turqueta y Cala Galdana. Otra opción para dejarse llevar por el paisaje es acercarse a la Cova de n’Xoroi; unas cuevas situadas en la costa, cerca de Alaior, donde se puede desde tomar un café, hasta acudir a una fiesta animada por el Dj de moda.

Históricamente la isla cuenta con importantes yacimientos de la Edad de Hierro, como los poblados de Trepucó y Talatí o la Naveta de Es Tudons. La catedral de Ciutadella, antigua capital y sede episcopal, resulta de gran interés por su curiosa combinación de estilos gótico y neoclásico. En la misma ciudad, llaman también la atención el ayuntamiento y el resto de los edificios del centro, cuya piedra rosada refleja la luz de un modo particularmente bello; así como su recoleto puerto. De época de Isabel II, es digno de visitar la Fortaleza de la Mola, donde entre gruesas murallas con impresionantes vistas al mar se esconde el segundo cañón más grande del mundo.

A todas estas maravillas, debemos añadir finalmente una excelente gastronomía; no hay que marcharse sin probar el tumbet de verduras, la paella de langosta y el queso local que, en su versión más curada, recuerda mucho al mejor de los parmesanos. Todo un acierto para pasar unos días tranquilos alejados del mundanal ruido.

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