Más allá del trópico

Tras varias décadas desde que se erradicó de la península el paludismo, ahora resurge a causa del turismo y del cambio climático.

Tal vez sólo las gentes de más edad, aparte de los expertos, sepan que en España hubo paludismo hasta no hace muchas décadas, y no nos referimos a los territorios coloniales africanos, sino a la propia Península Ibérica. En realidad, y oficialmente, fue en 1964 cuando se consideró erradicado de nuestro país, gracias en gran medida a un acuerdo firmado en 1950 por  el Gobierno español y la Organización Mundial de la Salud. Sin embargo hoy en día ha vuelto a resurgir en nuestro país esta enfermedad, más propia de áreas tropicales, causada por un parásito (Plasmodium) que es transmitido al hombre a través de la picadura de la hembra del mosquito Anopheles. Estos parásitos se multiplican en el hígado y luego infectan los glóbulos rojos, dando lugar a la que es una de las principales causas de mortalidad en el mundo (Según la OMS la malaria provocó en 2008 cerca de un millón de muertes), por no hablar de las pérdidas económicas que supone para los países en los que abunda esta enfermedad, en la mayoría de los casos ya con muy pocos recursos, contribuyendo además a perpetuar el ciclo de pobreza.

El actual aumento de los casos de paludismo en España se debe, principalmente, al auge del turismo a países tropicales y la llegada de inmigrantes, que durante períodos cortos regresan a su país de origen para visitar a su familia. El impacto de esta enfermedad en nuestro país, como en otros países europeos, se puede achacar al escaso cumplimiento de los tratamientos preventivos y el aumento de viajeros que acuden a zonas donde existe malaria y que posteriormente regresan a España, donde reciben tratamiento. Las alertas de los expertos vienen ya de hace algún tiempo. Así, hace unos meses más de 150 expertos internacionales en salud global reunidos en Barcelona han puesto de manifiesto un nuevo factor en el crecimiento de la malaria: el cambio climático, ya que desde la Aemet (Agencia Estatal de Meteorología) se asegura que la temperatura media ha subido en España algo más de medio grado (0,55) en los últimos 50 años. Un “riesgo real”, según el jefe de Medicina Preventiva y Epidemiología del Hospital Clínic de Barcelona, Antoni Trilla, quien también ha explicado que a pesar de ello en ningún caso se deben lanzar alertas, ya que el sistema sanitario está preparado para abordar estas patologías.

Los síntomas más comunes (que suelen manifestarse entre diez y quince días tras la picadura del mosquito) de los accesos de la malaria son, cada dos o tres días, escalofríos seguidos de fiebre alta; horas después se presenta sudoración abundante y desaparece la fiebre. Este patrón de fiebre cada dos o tres días es muy característico y se da en el paludismo benigno; pero cuando se trata de paludismo por Plasmodium falciparum los accesos palúdicos pueden presentarse de forma irregular y acompañarse de otras manifestaciones clínicas que inducen confusiones en el diagnóstico. En ocasiones el paludismo se confunde con gripe, artritis, gastroenteritis u otras enfermedades. Si no se trata, puede obstaculizar el flujo sanguíneo a órganos vitales, una situación extremadamente peligrosa y mortal. Entre los métodos comunes de control de la malaria hay intervenciones como el tratamiento rápido y efectivo con terapias de combinación a base de artemisinina, el empleo de mosquiteras rociadas con insecticidas y la fumigación residual de espacios interiores con insecticida para erradicar los mosquitos.

La lucha contra la malaria se ve entorpecida por la resistencia que han adquirido los parásitos a distintos fármacos. Pero el estado presente de la investigación permite vislumbrar la posibilidad de hallar un tratamiento eficaz mediante un conocimiento preciso del entorno del huésped y de sus claves reproductivas.

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