Manual de antiturismo

Instrucciones para visitar los lugares con una nueva forma de ver lo que nos ofrecen y relacionarse con ello. Principios extraños, guías utópicas, derivas anárquicas: todo cabe en el turismo experimental.

Visitar los monumentos y museos de rigor, hacer compras en las avenidas señaladas y participar de los ritos turístico-folklóricos que correspondan. No tiene porque ser una mala forma de asomarse a la vida y cultura de un país o ciudad durante nuestras vacaciones. Ahora bien, también ese modelo cuenta con un reverso que recomienda internarse por caminos paralelos, buscar las sendas menos trilladas y participar de experiencias menos obvias. Algunos de sus impulsores se han atrevido a llamarle turismo experimental y desde  su laboratorio de Estrasburgo nos hacen algunas propuestas. Por ejemplo, visitar las ciudades solo de noche, bajarse en las estaciones finales de las líneas de metro, hacer tours por los edificios burocráticos de nuestro lugar de destino o practicar el “dodecaturismo”, que consiste en solo coger transportes a las 12 horas, alojarse en la habitación 12 de los hoteles y detenerse en las paradas número 12.

Otras de sus intempestividades las encontraréis en francés e inglés en: http://www.latourex.org/latourex_fr.html

Mientras, Wrights and Sites propone nuevas formas de exploración urbana, a medio camino de la experiencia artística y sociológica. Entre sus actividades más destacadas encontramos la elaboración de las mis-guides, que incitan a deambulaciones torcidas y lecturas a contrapelo de las ciudades que tratan: incursiones en lugares prohibidos, búsquedas de paralelismos insólitos con otras ciudades, adopción de identidades imaginarias, viajar con niños y jugar con ellos a figurarnos que estamos en una ciudad sumergida e ir a la búsqueda de las zanjas y las obras. Todo vale en esta ilimitada reinterpretación de la ciudad y la forma en la que nos relacionamos con ella.

La búsqueda de nuevas poéticas de viaje, de la magia de lo azaroso y de la huida de lo convencional tiene precedentes ilustres en varios movimientos como el romanticismo –con su pionero amor a las ruinas y los paisajes nocturnos y siniestros- o el dadaísmo y el surrealismo, pocos formularon mejor estas ideas que los situacionistas. Ellos inventaron lapsicogeografía, que en última instancia se encuentra en el trasfondo de las ideas mencionadas. Se trata de la observación y comprensión del modo en que los espacios y las formas urbanas influyen sobre nuestras emociones, y para ello recomendaba la práctica de la deriva, esto es, de dejarse guiar en nuestros paseos por impulsos, por reglas insólitas y sin atender planes predefinidos. ¿Muy arriesgado? ¿Posibilidad clara de perdernos y no ver nada interesante? No lo creas: según la psicogeografía una ciudad tiene corrientes, remolinos y fuerzas que nos Irán llevando por ciertos derroteros con mucha más certeza que la mera suerte.

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