Malta: tradición y descanso

Ya casi estamos en plena Semana Santa y, de un modo u otro, todos conocemos las tradiciones que se celebran en España, entre las que destacan, principalmente, las procesiones. Sin embargo, esta práctica no tiene lugar únicamente en nuestro país; son muchos, y algunos muy recónditos, los lugares del mundo donde encontramos celebraciones muy similares a las nuestras.

Uno de los destinos donde más fervientemente se viven estas fechas es la isla de Malta, una república insular situada en pleno Mediterráneo, al sur de Italia y al Norte de Libia, sobre la que ya escribimos hace tiempo a propósito de los caballeros de la orden que da nombre a la isla. No es de extrañar este fervor si tenemos en cuenta que el índice de población católica en el país es el más alto del mundo, su sentir religioso se aprecia de forma visible en las sorprendentemente llamativas celebraciones de Semana Santa, una amalgama de tradiciones procedentes de los diversos pobladores de estas tierras que convierten la visita a la isla durante estos días en un acontecimiento único.

A partir de 1282 Malta se anexiona a la Corona de Aragón -tras haber formado parte del Imperio Bizantino, ser conquistada por los árabes y reconquistada por los Normandos- hasta su cesión, por parte de Carlos V, a la Orden de los Caballeros del Hospital de San Juan de Jerusalén, en 1510. La influencia española en la isla es notable, aunque se funde con residuos musulmanes -muy presentes en la lengua maltesa-, italianos y británicos, ya que la isla se convirtió en protectorado inglés tras la expulsión de las tropas de Napoleón.

Entre las tradiciones maltesas que parecen más “nuestras” están sus procesiones. De gran colorido, bañadas por la luz mediterránea y con el mar como telón de fondo; comienzan el Viernes de Dolores, cuando salen de los templos las imágenes que representan a la Virgen de esta advocación, ante la mirada recogida de los malteses y atónita de los turistas. Sus múltiples iglesias -cerca de medio millar- se decoran estos días con bombillas que recuerdan, salvando las distancias, a las que alumbran las ferias andaluzas y las mezquitas musulmanas. Pero la parte más original de estos festejos se desarrolla el Jueves Santo cuando, tras exponerse el Monumento en todos los templos, los malteses comienzan una peregrinación por distintas iglesias, en las que se exhiben -como si de un navideño Belén se tratara- figuritas que escenifican la historia de la Pasión de Cristo. La calidad artística varía mucho de unas a otras, pero en ocasiones resulta sorprendente, siendo casi comparable a los delicadísimos belenes napolitanos. El Viernes Santo es conocido por los autóctonos como “el viernes más importante del año” (Il-Gimgha I-Kbira) y, de nuevo, se celebra con procesiones muy parecidas a las nuestras.  La alegría se vuelve contagiosa en las calles maltesas durante el Domingo de Pascua, cuando la imagen del Resucitado recorre las calles cortejada por bandas de música y brillantes estandartes. Las celebraciones culminan el miércoles siguiente, fiesta de San Gregorio, de nuevo con una procesión, que conmemora el milagro a través del cual este santo libró a la isla de la peste en 1675 y finaliza en el pueblo pesquero de Marsaxlokk, donde las familias se reúnen para almorzar y celebrar el acontecimiento.

Visitar la isla en estas fechas es una oportunidad única para vivir a fondo las tradiciones de esta pequeña república que, por otra parte, está llena de encanto. La buena mesa y el excelente clima, así como algunas de sus paradisiacas playas -especialmente las de la encantadora isla de Comino- son también una buena excusa para viajar a Malta en cualquier época del año y, de paso, conocer sus restos arqueológicos y los vestigios de la Orden de Malta.

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