Los poderes de la luna

Es cierto que apenas hay ciclo mitológico o cultura primitiva que no haya investido a la luna de misteriosos poderes y herméticos simbolismos. Y en la tradición popular también marca ocultos ritmos de la naturaleza y empuja a extraños comportamientos. Tan poderoso es su destello que incluso entre los médicos se profesa la creencia de que puede influir en el desencadenamiento de conductas trastornadas o en el aumento de los partos. Y hasta algunas ramas de la medicina alternativa organizan sus terapias teniendo en cuenta sus ciclos.

Sin embargo, desde un punto de vista estrictamente científico, estas impresiones parecen tener poco sostén. Se han llevado a término no pocos estudios que han tratado de comprobar si había algún fundamento en esa vertiente de la sabiduría popular, pero los resultados han sido decepcionantes para los amigos de las teorías lunáticas.

Por ejemplo, la creencia de que las noches de plenilunio alteran la sangre y hacen que más victimas de agresiones y peleas afluyan a los hospitales no se confirmó cuando algún tiempo atrás el Hospital Universitario La Candelariade Tenerife cotejó en un estudio los datos de sus ingresos por esas causas a lo largo de todo un año. Y tampoco se vio rastro de la intervención del satélite terrestre en los alumbramientos atendidos por el hospital vizcaíno de Cruces, que a su vez dedicó su atención al fenómeno.

Otras investigaciones publicadas en distintos lugares del mundo desechan igualmente la idea de que haya episodios de locura y brotes de epilepsia que coincidan con las fases lunares, que aumenten los accidentes de tránsito o incluso que de las heridas mane más sangre, como querría la leyenda.

El ascendente astrológico parece que desafía hasta a las ancestrales certidumbres agrícolas, que atribuyen mejores resultados a la siembra o recogida de la cosecha según luzca el astro en el cielo.

Posiblemente lo único que no haya quedado socavado en este proceso de esclarecimiento es el prestigio poético de la idea. Porque sin duda siempre será más seductor pensar que un alto mandato cósmico rige nuestros destinos. Pero más allá del poder sugestivo de tal noción, nada parece abonar esa hipótesis.

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