Los censos de lo insólito

Posiblemente esa sea una constatación que no guste a los vigilantes de la homogeneidad, a aquellos a quienes agradaría ver el mundo reducido a un único sistema, culto, paisaje o cultura. Pero si alguna cosa enseña el viaje es la proliferación inabarcable de contrastes y maneras distintas de habitar el mundo que ha producido la civilización humana. Y en una era de uniformización y manifestaciones globales, ese rasgo forma una muralla que habría que defender con uñas y dientes.

Hay muchas formas de acometer y evocar esa noble obra, y sin duda Internet ha sido una de muy valiosa. Blogs, webs y gabinetes de curiosidades cibernéticos han proliferado para explorar todo aquello que de extraño y fantástico, marginal o semiolvidado anda lleno nuestro planeta, ya sean pueblos que luchan contra la extinción, enclaves y lugares insólitos, obras sorprendentes o rasgos culturales que desafían la norma.

Uno de los más recientes y de factura más sólida es el Atlas Obscura. Un compendio de maravillas del mundo, como se autodefine, que da cabida y nos permite conocer la historia de cosas tan dispares como el último árbol del desierto del Teneré, el postrero de los puentes colgantes construido en Perú por los incas o la exposición de autómatas gigantes de la Isla de Nantes, entre tantas otras maravillas ignotas.

Sin embargo, para quienes no dominen el inglés y busquen una geografía de lo asombroso sin perder cierto rigor, no podemos dejar de recomendar el espacio Fronteras. Por sus páginas, y sin ánimo de ser exhaustivos, han desfilado en las últimas semanas casos tan apasionantes como el de la República de Goust, una micronación de los Pirineos, las reseñas sobre un mapa de accesibilidad global que muestra cuáles són las zonas más aisladas de la tierra o la acadabrante historia del barrio amurallado de Kowloon. Unas características que comparte con Anfrix, otro sitio dedicados más o menos a ese género de divulgaciones, o con Soviet Russia, exploración de lugares y vivencias del mundo ex-soviético y sus muchísimas singularidades.
También en castellano, aunque con un enfoque más cultural y orientado al descubrimiento de pecios de diversidad y viejos vestigios de sociedades en trance de desaparición, sino ya perdidas, es Cabovolo. Para hacerse una idea de su contenido, en los últimos meses hemos sabido gracias a sus indagaciones de “El metro secreto de Nueva York”, del pueblo de Eyam y su resitencia contra la peste o del imposible monasterio de la Isla de Skellig Michael.

Y precisamente vestigios y rastros es lo que recompone otro blog, en este caso en catalán, que aporta una visión más teórica sobre el fenómeno de la diferencia y la amenaza de su pérdida: la música valenciana de raíz, la sociedad criminal de las prisiones rusas y su sistema de comunicación mediante tatuajes o la tradición anglosajona de escribir epitafios cómicos en las tumbas han sido algunos de sus recientes intereses.

Son solo ejemplos de las muchas posibilidades de huida de lo convencional que están a nuestro alcance con el mero poder de un click. Si este año la crisis pretende dejarte sin vacaciones, al menos que no te robe la capacidad de asombrarte con todo lo que nos espera ahí fuera.

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