Las vacaciones de Vicente

Pese a la irrupción de nuevos focos de interés, algunos destinos se repiten cada año como los más solicitados. Hoy toca un repaso a nuestras vacaciones más frecuentes.

Cuando llega el momento de suspender la rutina habitual e irse de vacaciones hay quienes buscan irse todo lo lejos que sea posible y perder de vista a sus paisanos durante una buena temporada. Otros, en cambio, buscan valores probados – o simplemente se avienen a las mejores ofertas de las agencias turísticas- y no ven ningún impedimento en la posibilidad de encontrarse con sus vecinos a dos mil kilómetros de casa. Año tras año, por convicción o inercia, los pasaportes españoles sirven para franquear de forma tozuda unas mismas fronteras.

Entre las ciudades –y en eso no existe diferencia con millones de personas de otros estados- la favorita sigue siendo Paris. A una corta distancia, la fascinación de los museos y tiendas londinenses es un reclamo que no mengua con los años. Y en tercera posición hace honor a su sobrenombre la ciudad eterna: Roma aguanta el envite de Praga o los circuitos que la incluyen junto a Viena y Budapest.

Si se trata de países, no ha de sorprendernos que Portugal, con su cercanía y belleza, tenga miles de adeptos. Y Alemania, Italia, la República Checa y Austria son sus más directas competidoras. Además, gustan los cruceros por el MediterráneoCuando toca abandonar el continente, la combinación de cultura con asueto, sol, playa y precios económicos es la que triunfa. En 2008, Egipto manda y desbanca a Túnez como destino preferido. Sin embargo, el país magrebí sigue en posiciones de privilegio. Mientras, el Caribe (República Dominicana y Cuba), de forma muy acusada fuera de la temporada más alta y la pujante Brasil le pisan los talones.

¿Dónde ir pues si lo que se pretende es precisamente huir de los modales vocingleros de los compatriotas? Hasta hace unos años podía asegurarse que ciertos sitios eran relativamente seguros. Pero la noticia de que lugares como China, Laos, Namibia o Bután son cada vez más requeridos, y que hasta a la Antártida llegan entre 3.000 y 4.000 ciudadanos españoles cada año, induce a pensar que, tal vez, no haya ya forma humana de evitar el mogollón ibérico en los meses de verano.

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