Las otras navidades

Quienes vivimos en países de tradición cristina celebramos, de muy buen grado o con resignación, la concatenación de fiestas que van de Navidad a la Epifanía, pasando por el Año Nuevo. O por lo menos nos vemos inmersos en su ambiente, en su parafernalia de luces, regalos, árboles, pesebres y deseo de concordia, mientras nos vemos arrastrados a algunos excesos gastronómicos en grandes ágapes familiares.

Sin embargo, con ser uno de los festejos más universales y extendidos, hay millones de personas para quienes estas son fechas ordinarias y que tienen sus propias formas de pasar estos días posteriores al solsticio de invierno o recibir el nuevo año. Así que ya sea porque coincida nuestro viaje con esa ocasión o porque nos apetezca cambiar de aires algún año de estos, no está de más saber qué se cuece en otras latitudes.

Por ejemplo, en algunos de los países donde predomina la iglesia ortodoxa –como Serbia o Rusia – la Navidad se festeja, pero de forma diferida respecto a nosotros. En su día no aceptaron la reforma del calendario juliano y, por ello, perseveran en tener su día grande el 7 de enero. Incluso en lugares como Moldavia, las disputas entre tradicionalistas que quieren mantener la fecha actual y filoccidentales que pretender adelantar el adviento hace años que son motivo de discordia. Pero por lo demás, no hay grandes diferencias en las formas particulares de pasar estos días: grandes comilonas, ritos solemnes y alguna singularidad como la de comprar y  bendecir hojas de roble.

Muy distinto origen y sentido, aunque un parejo ánimo familiar y distendido, tiene la festividad que une a los judíos del mundo entero durante este mismo periodo: Hanukka. Y aunque durante ocho días se prenden las velas de un candelabro de ocho brazos, en memoria de la muy solemne repurificación del templo de Jerusalén, en tiempos modernos ha ido adoptando también el carácter de una alternativa a la Navidad cristiana y su faceta digamos más comercial.  Dado que siempre han sido una época del año en la que los niños han recibido atención especial, no ha sido muy difícil que se popularizara la costumbre de ofrecerles regalos y dejarles atiborrar de ciertas golosinas, como los pastelitos de patata llamados levivot.

Curiosamente, ese peso simbólico pero también económico de la Navidad, transmitido por tantos canales de comunicación a todo el mundo, se ha acabado por dejar notar incluso en lugares en los que nadie lo presumiría, como Japón. Porque pese a la muy minoritaria comunidad cristiana nativa, tras la Segunda Guerra Mundial aquélla empezó a tener connotaciones festivas. Así, los escaparates y las calles se llenan de luces y Papa Noel abre sus delegaciones en el país del sol naciente para que le manden sus cartas los niños nipones. Pero también hay cosas de cosecha propia, como los ya clásicos pasteles de nata y fresa que se consideran preceptivos o el hecho de que el 25 de diciembre sea realmente algo así como un día de los enamorados y se pase con la pareja. Mientras, el encuentro familiar se emplaza para año nuevo, tiempo también para comprar los fukubukuro, unas bolsas sorpresa que se compran a ciegas pero acostumbran a contener algo de más valor de lo que se paga por ella. Cosas del sincretismo.

En vecinos países asiáticos, como China, Malasia, Corea o Vietnam, pese a que también se hayan adoptado con poca resistencia algunas de las facetas más consumistas de la Navidad, hay que esperar un poco más para celebrar su más importante solemnidad: el año nuevo, que puede caer entre el 21 de enero y el 21 de febrero. Es en ese momento cuando se sacan vistosos pasacalles  y se lanzan potentes fuegos artificiales, pero también cuando se entrega a niños y adolescentes sobres rojos con una pequeña suma de dinero, se llevan a cabo algunos ritos para ahuyentar malos espíritus, se cuelgan muchos adornos, se come sin tasa y, en general, se hacen cosas que no pueden resultarnos tan insólitas pues, con sus diferencias, comparten un cierto espíritu de buena voluntad  que es uno de los más valiosos significados de las presentes fiestas, se tenga el credo que se tenga.

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